viernes, 28 de septiembre de 2007

¿Qué es la Ciencia Cognitiva? Algunos Aspectos Esenciales para Acercarse a su Comprensión Rodolfo Bächler, El Mundo de la Psicología 2007

Neurociencia, inteligencia artificial y psicología cognitiva, son términos que resuenan cada vez más fuerte entre los diferentes profesionales vinculados a los fenómenos humanos. Hablamos de la “Ciencia Cognitiva”, un área de investigación interdisciplinaria para el estudio de la mente que cobra cada vez más importancia e interesados en el mundo y al cual Chile ha aportado por lo demás con destacados investigadores. Así, sin pretender ser exhaustivos, destacamos sobre todo a Francisco Varela, quien a través de sus líneas de investigación denominadas como “Enactivismo” y posteriormente “Neurofenomenología”, contribuyó enormemente al desarrollo de lo que hoy se conoce como Enfoques Corporalizados de la mente[1]. Por otra parte, resultan también destacables entre otros, el trabajo de Fernando Flores en colaboración con Winograd[2], y más recientemente la investigación del psicólogo Rafael Nuñez en la Universidad de California.

No obstante lo anterior, este campo de conocimientos resulta todavía algo desconocido en nuestro país. Más aún, las mallas curriculares de la mayoría de nuestras escuelas de psicología exhiben generalmente una escasa presencia de los conocimientos y disciplinas vinculadas a la Ciencia Cognitiva. Dentro de la formación de los futuros psicólogos, no existe una reflexión sistemática referida al entendimiento de lo que la mente es. La presentación de teorías y conceptos se realiza todavía desde un punto de vista preferentemente histórico e ideológico, razón por la cual, aún cuando los psicólogos trabajamos todos los días con los fenómenos mentales, no siempre contamos con una reflexión acabada y actualizada sobre lo que la mente es.

El siguiente artículo revisa algunas de las teorías y conceptos desarrollados por este campo interdisciplinar que pudieran ser más relevantes en el sentido anteriormente expuesto. El espíritu de la presentación se centra en entregar aquellos “tips” o “links” que faciliten al lector una indagación con mayor detalle de forma independiente. Lejos de pretender ser ésta una revisión acabada, constituye tan sólo una introducción resumida de algunos aspectos esenciales de este campo de estudio.


El Estudio de la Mente

¿Qué es la mente? ¿Existe realmente algo así como la mente? Cuando nos referimos a la existencia de la mente, parece ser que no estamos haciendo referencia a una ontología similar a la de una mesa, por ejemplo. ¿Cómo es entonces su existencia? ¿Podemos decir que existe algo si no estamos aludiendo a una existencia física? ¿Cómo podría ser una existencia de otro tipo? Estas y otras preguntas relacionadas, nos llevan hasta un problema que ha ocupado gran parte de la actividad de la filosofía durante varios cientos de años y que hace aproximadamente 4 décadas, intenta responder la Ciencia Cognitiva, rescatando la mente del terreno místico y acercando su comprensión al ámbito de la explicación científica. Contrariamente a lo que los psicólogos pudiésemos pensar, esta pregunta dejó de ser hace algunos años, territorio de investigación exclusivo de la psicología, abriendo sus puertas a una serie de disciplinas que colaboran en el marco de lo que hoy se define como Ciencia Cognitiva


¿Qué es la ciencia cognitiva?

La Ciencia Cognitiva es un campo interdisciplinario constituido por la antropología cognitiva, la inteligencia artificial, la filosofía de la mente, la psicolinguística, la neurociencia y la psicología cognitiva entre otras disciplinas (Gardner 1988). Se trata de un esfuerzo por abordar desde diferentes enfoques, un fenómeno tan complejo como lo son los estados mentales. Probablemente de todas las ciencias implicadas en este intento, ha sido la inteligencia artificial aquella disciplina que mayor influencia tuvo en el surgimiento y el desarrollo de la Ciencia Cognitiva. Lo anterior, obedeció a la necesidad de generar modelos de comprensión de los fenómenos mentales que cumplieran como requisito básico con la condición de implementabilidad física. Es decir, en la esencia de la Ciencia Cognitiva (al menos en sus orígenes), se encuentra la idea de que para comprender lo qué la mente es, debemos contar con sistemas de modelamiento físico de ella que nos permitan estudiarla desde un punto de vista no exclusivamente teórico. Esta es tal vez, la diferencia más radical que este nuevo enfoque ofreció respecto de los intentos llevados a cabo con anterioridad por la filosofía y la psicología.


¿Cuáles son los enfoques existentes en Ciencia Cognitiva?

El Cognitivismo

El desarrollo de la teoría de la computación (Turing y von Neumann entre otros) y posteriormente el surgimiento de los computadores como entidades concretas, constituyó un paso central para el desarrollo de la Ciencia Cognitiva. Los computadores dieron pie a la construcción de una analogía “casi perfecta” para entender la relación cuerpo mente. Mediante este avance tecnológico, la relación cerebro mente fue entendida como un símil de la relación hardware software y la ciencia tuvo de este modo, una idea general y creíble respecto de cómo podían vincularse ambos tipos de sustancias descritas confusamente por Descartes (res extensa y res cogitans). Esta analogía, ofreció por primera vez una idea de la mente que fuese compatible con el mundo material. Los fenómenos mentales fueron redefinidos como actitudes proposicionales, y la cognición pasó a ser entendida como computación sobre representaciones simbólicas; representaciones que adquieren realidad física mediante la forma de un código simbólico en el cerebro o en una máquina. La Teoría Representacional de la Mente (TRM) es un paso clave en este desarrollo, puesto que retoma el valor explicativo de los estados mentales (creencias, deseos, etc.), pero lo hace desde un punto de vista radicalmente distinto a aquel que se encuentra presente en las teorías introspeccionistas previas, constituyéndose como una nueva teoría acerca de los estados mentales que no resulta incoherente con los requisitos establecidos para el tipo de explicación considerada científica.

La maniobra anterior, se encuentra en el corazón del que ha sido por muchos años el enfoque de investigación dominante en ciencia cognitiva: el enfoque cognitivista[3]. Sin embargo y como era esperable que sucediera, no tardaron muchos años en aparecer importantes críticas y avances sobre estos planteamientos, (según veremos a continuación), los cuales dieron origen a nuevos enfoques de comprensión de la mente dentro de la Ciencia Cognitiva. No obstante lo anterior, según Clarck (2001), el cognitivismo sigue siendo el paradigma central para la comprensión de la cognición y la mente. Desde este punto de vista, el resto de las ideas y teorías existentes no constituirían tanto nuevas teorías opuestas a un modelo cognitivista dominante, sino más bien aportes complementarios desde distintos ámbitos a lo que sigue siendo el modelo y proyecto rector de investigación en Ciencia Cognitiva. Así, el cognitivismo, descrito someramente en los párrafos anteriores, ha permitido grandes avances en el camino de profundizar en la comprensión de la mente, entre los cuáles se cuentan según Rivière (1995):

· El haber proporcionado un enorme cantidad de conocimientos sobre la mente y su estructura
· El haber permitido un progreso en la investigación a un ritmo apreciable a pesar (o gracias a) su neutralidad biológica e independencia de las descripciones subjetivas de lo mental
· El haber entregado un sentido concreto a la idea de la mente como conjunto de capacidades con interdependencias funcionales relativamente bien definidas
· El haber demostrado que es una ciencia objetiva de lo mental
· El haber sido mucho más precisos, explicativos y respetuosos con la complejidad de lo mental que los enfoques psicológicos anteriores.

Todas estas ventajas, permitieron que el enfoque cognitivista computacional se consolidase como el paradigma oficial en Ciencia Cognitiva, sin embargo, a pesar de todo lo anterior, quedaron lógicamente algunos problemas sin resolver los cuales dieron pie al surgimiento de importantes cuestionamientos provenientes desde distintos frentes disciplinarios. Desde la Filosofía de la Mente[4] por ejemplo, provino la que puede ser considerada la mayor crítica al modelo computacional como paradigma de comprensión de los estados mentales. John Searle[5] y su crítica conocida como la “habitación china”, sentó las bases para una serie de cuestionamientos en torno a lo que el llamó Inteligencia Artificial Fuerte (la idea de cognición como computación sobre representaciones simbólicas exclusivamente). El argumento demostró por la vía lógica que la sintaxis por si sola, no tiene sentido si no es considerada dentro de un contexto de contenidos semánticos. De esta forma, en la cognición humana, a diferencia de los computadores, habría algo más que símbolos y reglas para su manipulación, característica que Searle refiere como la semanticidad de los estados mentales. Por otra parte, desde la misma Inteligencia Artificial, los investigadores dieron hace algunos años, un giro en su definición de lo que consideraban como las actividades más representativas de la cognición humana. De esta forma, el problema a resolver por la robótica y la inteligencia artificial, pasó de ser el diseño de máquinas capaces de jugar ajedrez o resolver complejos problemas matemáticos, a la construcción de máquinas que emulen la inteligencia de un bebé o un insecto, sistemas que logran moverse adaptativamente en un mar de estímulos caóticos[6]. Finalmente, desde las neurociencias, se dio pie al cuestionamiento de la cognición como computación puesto que al avanzar las técnicas de observación del cerebro en funcionamiento, los científicos comenzaron a tomar consciencia de la falta de robustez biológica de los modelos computacionales de la mente. La constatación del cerebro puesto en acción se parece más a una red de conexiones que funcionan en paralelo y no tanto a un sistema computacional algorítmico y lineal. Así, para autores como Rivière (1995), el enfoque cognitivista sólo resultaba fecundo si se entendía como una metáfora de lo que en verdad ocurre con la mente, ya que su interpretación literal resultaba poco inteligible e inconsistente con los conocimientos aportados por la biología. De esta forma, con el paso de los años fueron surgiendo nuevos modelos y enfoque para comprender la mente, que tuvieron consideración las falencias del cognitivismo, según se resume a continuación.


El enfoque Conexionista.

Se desarrolla en parte a través de una re-valorización de las críticas a la visión de la lógica como el enfoque dominante para la comprensión de la mente. Este resurgimiento ocurre hacia finales de la década de los 70, a partir de los descubrimientos de las ideas auto-organizativas en física y matemática no lineal.

El conexionismo, también llamado emergencia, demostró a partir del estudio del cerebro, que la clave de la cognición no se encontraba en descripciones simbólicas abstractas, sino que en componentes no inteligentes (neuronas) que apropiadamente interconectadas dan origen a propiedades globales. El funcionamiento de varios elementos correlacionados (red) posibilita así la emergencia de una cooperación global, y en este sistema no se requiere por tanto, una unidad procesadora central que guíe toda la operación. Es interesante constatar que los avances en este sentido no provienen únicamente desde las neurociencias, sino que tienen su contrapartida en los sistemas computacionales conocidos como redes neuronales artificiales[7]

El Enfoque Enactivo
Para Varela (2000), el enfoque enactivo surge de un cuestionamiento de la noción de representación como el pivote central de la cognición. La cognición desde este punto de vista, no consiste en representar un mundo pre dado, sino más bien en plantear las cuestiones relevantes que van surgiendo en cada momento de nuestra vida. Lo relevante es definido por “sentido común” en base a consideraciones de un contexto, cuestiones que no son pre definidas, sino que enactuadas. Las cuestiones relevantes se hacen emerger desde un trasfondo, entendiendo por ello al fenómeno de la interpretación al que se refieren Martín Heidegger, Maurice Merleau Ponty y Michel Focault, como una crítica al modelo de representación. La interpretación hace referencia a la actividad circular que eslabona la acción y el conocimiento, al conocedor y al conocido en un círculo indisociable. El término enacción enfatiza de esta forma la actuación por sobre la representación. Para el enfoque enactivo, no puede haber mente desencarnada. La mente surgiría evolutivamente a través de un proceso que involucra de manera fundamental la manipulación sensorio – motriz. Para reflexionar sobre este problema, Varela, introduce el concepto de “clausura operativa”. Un sistema que tiene clausura operativa, es un sistema en el cuál los resultados de sus procesos, son esos procesos mismos. De acuerdo a esta idea, los procesos, en su propia operación, se vuelven sobre sí mismos para formar redes autónomas. De este modo, estos sistemas, en vez de representar un mundo independiente, enactúan un mundo como dominio de distinciones que es inseparable de la estructura encarnada por el sistema cognitivo.

Hemos revisado así, algunos conceptos y enfoques que forman parte de este amplio mundo conocido como Ciencia Cognitiva. La revisión, como era de esperar, resulta sesgada y ha dejado muchísimos temas y posturas que desde otro punto de vista pudieran ser relevantes. Por esta razón, invitamos a los lectores interesados a continuar la exploración por cuenta propia. En Chile existen algunos centros y personas dedicados a la investigación en Ciencia Cognitiva que pueden servir de puerta de entrada a los diferentes temas y autores pertenecientes a este campo de investigación. Entre estos podemos citar:
http://www.estudioscognitivos.uchile.cl/
http://www2.udec.cl/gruposdinv/disciplinas/humanidades/03.F2.10/index.htm
http://neuro.udp.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=18&Itemid=60
http://www.psiquiatriauc.cl/francisco_aboitiz
http://mindbriefings.blogspot.com/
http://cognitivachile.blogspot.com/


Por otra parte, en el mundo existen numerosos centros dedicados a la investigación en Ciencia Cognitiva, de los cuales sugerimos visitar en línea:

http://web.mit.edu/bcs/http://assc.caltech.edu/index.htm
Referencias

[1] Ver Varela, F.; Thompson, E.; y Rorsch, E. (1992). De cuerpo presente. Las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Barcelona, Editorial Gedisa
[2] Ver Winograd, T.; Flores, F.; Sirís, J. (1989) Hacia una comprensión de la informática y la cognición. Ed. Hispano Europea.
[3] Con algunos matices diferenciales, este enfoque es conocido también como representacionalismo, computacionalismo simbólico y/o funcionalismo computacional.
[4] Para una revisión de posturas en filosofía de la mente ver http://cogprints.org/view/subjects/phil-mind.html
[5] Para mayores detalles puede revisarse la página de Searle: http://ist-socrates.berkeley.edu/~jsearle/
[6] Para un ejemplo de la investigación y el desarrollo tecnológico desde este punto de vista ver: http://es.youtube.com/watch?v=bCK64zsZNNs&mode=related&search=
[7] Ver por ejemplo: http://es.wikipedia.org/wiki/Redes_neuronales

miércoles, 1 de agosto de 2007

Psicología y psicoterapia gestalt: una relación confusa

Rodolfo Bächler
Publicado originalmente en Revista Figura y Fondo. México, 2004
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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
 
El vínculo entre la psicología de la forma y la terapia gestalt es un asunto confuso. Con relación a este tema, hay quiénes sostienen, como lo hace Claudio Naranjo, que a Fritz Perls no le interesaban mayormente las ideas de la psicología de la forma. Según Naranjo(l), Fritz utilizó la metáfora figurafondo como una alternativa a consciente-inconsciente, amparándose en una teoría que por entonces se encontraba en boga en el mundo científico (la psicología de la gestalt), con el fin de obtener un respaldo teórico que fortaleciera su debilitada credibilidad como intelectual. De acuerdo con esta afirmación, según Naranjo es poco lo que se puede decir sobre esta relación, puesto que se trata simplemente de una metáfora de perogrullo y nada más. Sin embargo, si bien parece ser que a Perls no le preocupaba mayormente este tema, a Paul Goodman, considerado como quién le otorgó el fundamento filosófico, político y humanista a la psicoterapia gestalt, no le ocurría lo mismo. Taylor Stoehr(2) describe en la biografía de Goodman, como éste último, se encontraba profundamente interesado en las conexiones de la psicología de la forma con la psicoterapia gestalt. Goodman, llegó incluso a enviar sus escritos a los teóricos de la Gestalttheorie con la esperanza de iniciar un intercambio de ideas. Desafortunadamente, los investigadores de la psicología de la forma no respondieron favorablemente a los intentos de Goodman.
¿Hasta que punto podemos hablar de un vínculo entre psicología y psicoterapia gestalt? ¿Se trata, como señala Naranjo, de una metáfora advenediza utilizada por Perls y nada más, o bien podemos pensar en caminos de integración entre ambos quehaceres? ¿Pueden aportar algo las ideas de la psicología de la forma al desarrollo de la psicoterapia gestalt? Y por último, ¿es posible trazar un puente que comunique de manera natural el fenómeno de estudio de la psicología de la forma con el tema de estudio de la terapia gestalt? El objetivo de este trabajo, será reflexionar a la luz de estas preguntas, indagando las posibles relaciones entre la psicología de la forma y la terapia gestalt. El análisis, no se centrará tanto en el origen de la psicología y la terapia gestalt tal cual la concibieron sus creadores, sino más bien, en una revisión del problema, a la luz de los desarrollos actuales en psicología y ciencias cognitivas.
EL ESTUDIO DE LA MENTE
La psicología de la gestalt constituye uno de los antecedentes teóricos de las modernas ciencias cognitivas. Estas últimas, corresponden a una línea de investigación que agrupa a diferentes ramas del conocimiento, que desde diversas ópticas se ocupan del estudio de la mente (inteligencia artificial, psicología, neurociencias, lingüística y en ocasiones antropología y filosofía de la mente). Originalmente, la psicología de la gestalt constituye una disciplina que estudia los procesos mentales de percepción y las leyes que los gobiernan. La psicoterapia gestalt en cambio, constituye en parte una teoría de la mente, pero sobre todo, una práctica orientada al bienestar psicológico.

Hilary Putnam(3), señala que la noción de mente no es muy antigua. El autor, plantea que sí bien la palabra mente o sus antecesores clásicos, el término latino mens y el griego psyche son muy antiguos, el concepto mente tal cual lo reconocemos hoy en día, es más bien nuevo dentro de la historia de la filosofía. Si retrocedemos en el tiempo, podemos ver que es Aristóteles, quién primero se plantea el problema de la psyche, en lo que puede ser considerado el primer trabajo de psicología, su obra "De Anima". La preocupación de Aristóteles sin embargo, dista mucho de coincidir con el actual concepto de mente, puesto que su psyche, abarcaba funciones físicas como la reproducción y la digestión. Putnam, piensa que la noción aristotélica de psyche, coincidiría más bien con el concepto extremadamente moderno de organización funcional (similar al concepto gestáltico de organismo). Por lo tanto, si bien podemos encontrar una exhaustiva descripción de Aristóteles respecto de aspectos relacionados con la vida mental, uno no encuentra en su obra, el problema mente-cuerpo en su sentido moderno. Revisando la historia de la filosofía, Putnam encuentra que con las concepciones medievales ocurre algo similar, ya que Aquino por ejemplo, tenía una elaborada psicología, pero no distinguía el problema como lo hacemos actualmente. El problema mente-cuerpo es un problema que tiene un origen reciente, probablemente a partir de la obra de Descartes. Putnam se pregunta entonces, ¿es obvio que existe algo llamado mente cuyos contenidos incluyen todos mis recuerdos, ya los esté o no trayendo a mi memoria, pero cuyas funciones no incluyen la digestión o la reproducción? ¿O estamos atrapados por una imagen, una imagen cuyos orígenes son de algún modo accidentales y cuya lógica, una vez que es examinada, no es convincente? Este es el problema que retornan actualmente las ciencias cognitivas, y algunas de las preguntas que se formulan son: ¿es posible la existencia de una entidad no material como la mente? Si esto es así, ¿cómo es que se relaciona
entonces con el substrato material?

EL PROBLEMA MENTE-MENTE
Una versión más nueva del problema señalado anteriormente, es la que plantea Ray Jackendoff(4). Este autor examina la dificultosa relación entre dos aspectos de “lo mental” que él denomina mente computacional y mente fenomenológica. El primer aspecto, (denominado Mente 1), hace referencia a los procesos de manipulación de símbolos que realiza la mente y que han sido ampliamente desarrollados mediante la hipótesis cognitivista. El segundo, componente, (denominado Mente 2), alude a la experiencia vivida de aprehensión del mundo (o conciencia) que presenta la mente. Las ciencias cognitivas, a través de su hipótesis cognitivista, diferencian claramente entre ambos tipos de proceso, no obstante, la cognición se dirige hacia el mundo de una forma no dicotómica, es decir como una experiencia, o como un mundo vivido, donde la consciencia ocupa un rol primordial. Si efectivamente existen estos dos procesos mentales diferentes, ¿cuál es el tipo de relación que se establece entre ellos? ¿Cómo se produce el puente
entre la cognición computacional y la experiencia consciente? Este es el problema que Jackendoff denomina mente-mente y lo define según sus propias palabras como: "El resultado, es que la psicología ahora no tiene dos dominios de qué ocuparse, el cerebro y la mente, sino tres: el cerebro, la mente computacional y la mente fenomenológica. En consecuencia, la formulación cartesiana del problema mente-cuerpo se divide en dos interrogantes. El problema "mente fenomenológica-cuerpo"... es: ¿cómo puede un cerebro tener experiencias? El problema "mente computacional-cuerpo" es: ¿cómo puede un cerebro efectuar razonamientos? Además, tenemos el problema mente-mente: ¿cuál es la relación entre los estados computacionales y la experiencia? En relación con éste último problema, Jackendoff piensa que los elementos de la aprehensión consciente son causados / respaldados / proyectados a partir de la información y los procesos de la mente computacional" En otras palabras, este autor propone considerar la aprehensión consciente como una externalización o proyección de un subconjunto de elementos de la mente computacional. Esta posición resulta cercana a la postura de la Inteligencia Artificial Fuerte (lA), que plantea que la mente consiste básicamente en funciones algorítmicas, y que la única diferencia entre la inteligencia artificial en su grado de desarrollo actual y la mente humana, consiste en el grado de complejidad de los algoritmos. Para Jackendoff, los elementos que proyectan o respaldan la aprehensión consciente, se corresponden con representaciones de nivel intermedio de la mente computacional, es decir, con representaciones que están a medio camino entre el nivel más periférico o sensorial y el nivel más central o intelectual. De acuerdo con esta teoría, todo fenómeno consciente, debiera encontrarse respaldado por una distinción computacional.

PSICOLOGIA Y PSICOTERAPIA GESTALT:¿ LA NECESIDAD DE UN
CAMINO INTERMEDIO?
Las distinciones planteadas en el punto anterior, resultan útiles para analizar el problema de la psicología y terapia gestalt señaladas al comienzo de este artículo y reflejadas en las siguientes preguntas:
¿Hasta que punto podemos hablar de un vínculo entre psicología y psicoterapia gestalt?
¿Pueden aportar algo las ideas de la psicología de la forma al desarrollo de la psicoterapia gestalt?
¿Es posible trazar un puente que comunique de manera natural el fenómeno de estudio de la psicología de la forma con el tema de estudio de la terapia gestalt?
Planteo que no podemos dar respuestas efectivas a estas preguntas, si no consideramos previamente las distinciones entre Mente 1 y Mente 2 que nos ofrecen las ciencias cognitivas. La enorme dificultad que ha existido en la psicoterapia gestalt, para conciliar su desarrollo teórico con las ideas de la psicología de la forma, tiene su razón de ser en la ceguera de los distintos autores, respecto del hecho que ambas disciplinas se han ocupado de diferentes aspectos de la mente. La psicología de la forma se ocupó de estudiar el problema de la cognición (Mente 1), es decir, de la identificación de los patrones o regularidades que operan en la mente cuando esta intenta conocer el mundo. Para ello, estableció distinciones como organización, figura-fondo, agrupación, marcos de referencia, etc. La terapia gestalt en cambio, se ha dedicado a analizar otras aristas de la mente, relacionadas más bien con la conciencia (Mente 2), centrando su preocupación en temas como el darse cuenta, sueños, mecanismos de defensa tales como proyecciones, retroflexiones, etc. Si observamos el problema desde la mirada de las ciencias cognitivas, podemos percatarnos que la psicología de la forma dedicó sus esfuerzos a comprender el funcionamiento de lo que hoy conocemos como “mente computacional”(Mente 1), no obstante, al no contar los teóricos de la psicología de la gestalt con la metáfora de los ordenadores, hicieron referencia a dichos procesos mentales mediante términos tales como “configuración de totalidades” y no como “procesos algorítmicos” tal cual lo hacen los científicos cognitivos actualmente. La psicoterapia gestalt por su parte, se ha encargado de analizar el funcionamiento de la mente fenomenológica (o mente 2). La relación entre ambos temas puede resumirse adecuadamente cómo el problema mente-mente planteado por Jackendoff, es decir, es decir, el problema relativo al cómo se produce el paso desde la cognición a la experiencia.
Nos encontramos frente a un quiebre teórico-experiencial. Científicamente, sabemos que nuestra mente opera a través de leyes que gobiernan nuestra percepción, (procesos computacionales, distinciones figurafondo, o como se les quiera denominar), pero vivencialmente, experimentamos una realidad distinta. La psicoterapia gestalt ha trazado una fructífera metodología para el trabajo con las experiencias (mente 1) no obstante, no logra explicar adecuadamente (como no lo hace ninguna escuela psicológica por lo demás), cómo se relacionan estas vivencias con los procesos mentales que se encuentran detrás (mente 2). La psicoterapia gestalt ha incurrido en errores teóricos importantes, al intentar utilizar un lenguaje propio de los procesos cognitivos de la mente computacional, para referirse y analizar aspectos que corresponden a la mente fenomenológica. El problema central desde mi punto de vista, no consiste tanto en no tener una adecuada respuesta a la relación existente entre ambos aspectos de la mente (problema mente – mente), sino más bien, en el hecho de confundir los planos de análisis respecto del estudio de lo mental. La psicología no ha sido capaz de dar respuestas explicativas respecto de la relación entre los distintos aspectos de la mente y de todos ellos con el
cuerpo. Más aún, tal y como ha transcurrido el desarrollo de esta disciplina, este problema es considerado hoy en día un terreno de estudio ajeno a la psicología, más cercano a la filosofía de la mente y a las ciencias cognitivas en general.

Considerando el panorama descrito, no podemos criticar a la psicoterapia gestalt por no ofrecer soluciones en torno a un problema que la psicología en su conjunto, no logra abordar de manera efectiva. Lo que si es exigible a la psicología y a cualquier disciplina científica (la terapia gestalt entre ellas), es que defina adecuadamente su campo de estudio. Esta última condición no se encuentra cubierta en absoluto por la psicoterapia gestalt. Por el contrario, esta escuela presenta importantes errores conceptuales al intentar forzada y confusamente, tender un puente lingüístico y conceptual entre ambos aspectos de la mente. Esta situación no es posible, puesto que no se encuentra al alcance del desarrollo teórico de la psicoterapia gestalt, ni de la psicología científica en su totalidad. Más aún, la compleja relación entre los aspectos computacionales y fenomenológicos de la mente y su vínculo con el cerebro, es un asunto que se encuentra aún muy lejos de ser respondido por las ciencias cognitivas.
Por todo lo anterior, considero que la única vía de solución posible para la psicoterapia gestalt respecto de este problema, es continuar abordando (como lo ha hecho exitosamente hasta ahora) el funcionamiento fenomenológico de la mente y su expresión en el desarrollo y felicidad de los seres humanos.
BIBLIOGRAFIA
1 Peñarrubia F., Fritz Perls según Claudio Naranjo en Manual del Curso Superior de Terapia Gestalt de Madrid. Apuntes de la Escuela Madrileña de Terapia Gestalt.
2 Stoehr T., Aquí, Ahora y lo que viene: Paul Goodman y la psicoterapia Gestalt en tiempos de crisis mundial. Santiago de Chile. Editorial Cuatro Vientos. 1998
3 Putnam H., La Herencia del Pragmatismo. Barcelona. Editorial Paidós. 1997
4 En Varela J. F., Thompson E. y Rosch E., De Cuerpo Presente: las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Barcelona. Editorial Gedisa. 1992

Conciencia y lenguaje: análisis del vínculo proyecatado a través de la intencionalidad

Rodolfo Bächler. Gaceta de psiquiatría Universitaria, año 2, volumen 2, Nº4, diciembre de 2006
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El siguiente trabajo, constituye un ejercicio de análisis acerca de la relación entre la conciencia y el lenguaje a partir del vínculo que tiende entre ambos dominios la intencionalidad de los estados mentales. Para ello, se realiza en primer lugar una revisión de las características de la conciencia a partir del trabajo de Wallace Chafe, autor que distingue las diferentes propiedades de la conciencia según se manifiestan en el lenguaje. En segundo lugar, se analiza la estructura de los estados conscientes distinguiendo las principales dimensiones de la conciencia y su relación con el lenguaje, para concluir analizando cómo la intencionalidad de los estados mentales establece un puente conectivo entre la conciencia y el lenguaje. Se postula que la intencionalidad, entendida ésta como la propiedad de la mente de “estar dirigida a”, es proyectada en el lenguaje permitiendo la significación a través de las palabras. De este modo, el lenguaje, como transmisor de significados, constituiría un código sobre el cuál se proyecta la capacidad de representación de la mente o intencionalidad, por lo que -en último término- un análisis de la semántica presente en el discurso con independencia de los procesos mentales que lo sustentan (conscientes / intencionales), sería un esfuerzo vacuo.



Palabras claves: conciencia, intencionalidad, lenguaje.
La Conciencia y su Rol Respecto de los Estados Mentales

En contraste con el paradigma dominante en ciencia cognitiva, para algunos autores la conciencia constituye la característica esencial de los estados mentales. Esta es la postura de Chafe (1994), autor que destaca negativamente la escasa atención prestada a este fenómeno por los científicos y filósofos, señalando que si se observa el quehacer de la ciencia cognitiva, la psicología o la filosofía de la mente, resulta asombrosa la poca atención puesta sobre la conciencia. Al respecto señala Chafe, el estudio de la conciencia más que conformar un foco de interés para los científicos cognitivos, es considerado un “problema”, o una dificultad que deben enfrentar de algún modo los funcionalistas o los partidarios de las teorías computacionales.

Según este autor, existen tres posturas respecto del rol que jugaría la conciencia respecto de otros dominios del funcionamiento de la mente. Una, que caracteriza la corriente oficial de la ciencia cognitiva, sostiene que la mayoría sino todas las operaciones importantes de la mente son inaccesibles para la conciencia. La lingüística generativa por ejemplo, postula estructuras y procesos de un tipo del que ningún usuario del lenguaje podría ser consciente. Esta, es la misma idea acerca de la mente que ha sustentado con gran claridad Ray Jackendoff, quién construye su visión en torno a lo que él denomina la hipótesis de la poca efectividad de la conciencia. Para este autor, la conciencia de una entidad E no puede por sí misma tener un efecto sobre la mente computacional. Solo los estados computacionales que causan, respaldan o proyectan E pueden tener un efecto como ese (Jackendoff, 1987; citado en Chafe, 1994). En el extremo opuesto al computacionalismo se encuentra la postura adoptada por John Searle, quién señala que la mente no contiene nada más que procesos neurofisiológicos incompletos por un lado y por el otro, procesos que son o podrían ser accesibles para la conciencia (Searle, 1990; citado en Chafe 1994). De acuerdo a Searle (2004), no es posible entender la mente en otros términos que no consideren al menos la posibilidad lógica de conciencia de cualquier estado que se defina como mental. Desde este punto de vista, cualquier estado mental (incluso aquel inconsciente), es en último término mental únicamente a partir de la posibilidad de hacerse consciente. Este punto de vista, se opone al paradigma dominante en ciencia cognitiva (sustentado por visiones como la Jackendoff), que afirma la existencia de un dominio mental constituido por procesos computacionales (algoritmos) que no podrían nunca hacerse conscientes.

Finalmente, de acuerdo a Chafe es posible adoptar una postura intermedia entre estos dos extremos. Esta es la postura que representa Bernard Baars cuya teoría sobre la conciencia como un “lugar de trabajo global” da lugar a interacciones complejas entre los procesos conscientes e inconscientes. La metáfora esencial en la teoría de Baars, es la de una pizarra frente a una audiencia de especialistas que solo se pueden comunicar con el grupo como un todo mediante la pizarra. Por lo tanto, las soluciones a los problemas nuevos o predecibles, que no pueden resolverse por ningún especialista, se pueden coordinar por medio de la pizarra. Los sistemas ejecutivos también pueden ejercer control de este modo (Baars, 1991; citado en Chafe, 1994). Finalmente, para Chafe, la conciencia sería el espacio de interacción constante con el medioambiente de los humanos así como también el lugar del pensamiento y sentimiento interno. Según su punto de vista, la conciencia actuaría como la interfase crucial entre el organismo consciente y su medioambiente, un espacio donde la información proveniente del medioambiente se considera una base para el pensamiento y la acción así como también, donde la experiencia generada internamente se hace efectiva; el lugar del recuerdo, la imaginación y sentimiento. De este modo para Chafe, el propósito de la conducta y el pensamiento sería satisfacer los intereses del organismo al momento en que se representen en la conciencia.
Propiedades Características de la Conciencia

La conciencia presenta una serie de características que la distinguen de otros procesos mentales. Chafe (1994), realiza una distinción de las propiedades de la conciencia a partir de los rasgos que pueden observarse en el lenguaje. Para este autor, el hecho de observar las propiedades de la conciencia a partir de los rasgos observables en el lenguaje, otorga a la evidencia introspectiva una mayor importancia en términos de llevar el estudio del fenómeno consciente, más allá de la observación en primera persona. Chafe divide las propiedades de la conciencia en aquellas que son constantes (las que pertenecen a toda experiencia consciente) y aquellas que son variables (las dimensiones en las cuales los sucesos particulares de la experiencia consciente pueden variar). A continuación, se presentan algunas de las propiedades consideradas como más relevantes para los fines de este trabajo, según las describe Chafe.


Propiedades Constantes de la Conciencia

La conciencia tiene un foco
Para Chafe, decir que la conciencia tiene un foco, es simplemente repetir la observación de que la conciencia es la activación de sólo una pequeña parte del modelo del experimentador sobre el mundo circundante, no del modelo en su totalidad. Esta capacidad limitada de la conciencia se refleja lingüísticamente en las motivaciones del lenguaje en las unidades de entonación. Cada una de estas unidades verbaliza una pequeña cantidad de información, la cual si es posible suponer, es aquella parte del modelo de la realidad del hablante en la cual se centra su conciencia en ese momento. En una situación socialmente interactiva, corresponde a la proporción en la cual el hablante pretende que la conciencia del oyente se focalice al oír la unidad de entonación. Esta activación limitada permite que una persona interactúe con el mundo circundante de una forma muy productiva, por lo cual sería poco útil activar todo lo que una persona sabía de una sola vez.



El foco se localiza en un área circundante de la conciencia periférica
El foco activo está rodeado por una periferia de información semiactiva que le proporciona un contexto. El reconocer que la mente contiene información en este estado semiactivo es esencial para el trabajo de Chafe. Existen varios aspectos importantes del lenguaje que podrían ser un misterio sin la presencia de la información semiactiva, así como también de la activa no se tomaran en cuenta. Una manera evidente en la cual el lenguaje permite que la información periférica se exprese abiertamente, es a través del agrupamiento de unidades de entonación en segmentos más extensos que expresen mayores cohesiones de información y de este modo, proporcionen un contexto para los segmentos más cortos.

La conciencia es dinámica
El foco de la conciencia no descansa, se mueve constantemente desde un ítem de información al otro. Este movimiento se refleja en el hecho de que, a pesar de muy pocas excepciones, cada unidad de entonación expresa algo diferente a la unidad de información que le precede y que le sigue. Debido a que cada foco es un segmento distinto de entonación, la secuencia de los focos se asemeja a una serie de fotos instantáneas, más que las de una película.

La conciencia posee un punto de vista
El modelo del mundo propio se centra necesariamente en uno. La ubicación y necesidades de cada persona establecen un punto de vista que es otro elemento constante de la conciencia.

La conciencia tiene la necesidad de una orientación
En el caso de la conciencia periférica, es necesario incluir información relacionada con la ubicación de la persona en varios dominios. Los más importantes de todos parecen ser el espacio, tiempo, sociedad y actividad actual. Al parecer, la conciencia no puede funcionar de manera adecuada sin el conocimiento periférico de la ubicación espacial y temporal, sin el conocimiento de las personas con las cuales interactúa en la actualidad y sin el conocimiento de lo que está sucediendo en el presente.
Propiedades variables de la conciencia

Las experiencias conscientes surgen de diversas fuentes
Con frecuencia los filósofos parecen asumir que la conciencia se constituye de creencias, intenciones y deseos. Sin embargo, según Chafe, se necesitaría realizar una pequeña introspección básica para comprender que una gran parte de lo que experimentamos es perceptual. Casi toda la conciencia tiene relación con los sucesos y estados perceptuales, junto con las personas y objetos que participan de ellos. La conciencia se constituye de experiencias de las percepciones y de las acciones. Junto con ellas, y casi siempre presente al mismo tiempo, se encuentran las emociones, opiniones, actitudes, deseos y decisiones que tales acciones provocan o, por el contrario, que las provocan. Además de las percepciones, acciones y evaluaciones, las cuales evidentemente forman los tres elementos básicos de la conciencia, en ocasiones existen introspecciones, meta-conocimientos de lo que la conciencia está haciendo.

Las experiencias conscientes pueden ser inmediatas o desplazadas
A veces, la información de la conciencia activa o semiactiva está directamente relacionada con la realidad inmediata, el medioambiente que rodea al ser consciente en ese momento. Uno puede ser consciente de lo que está ocurriendo en el lugar y tiempo de la experiencia misma, sin embargo, no toda nuestra experiencia inmediata proviene del medioambiente externo del organismo consciente; gran parte de ella surge desde dentro. Las emociones, opiniones, actitudes y deseos evaluativos, pueden derivar de formas establecidas de evaluar las experiencias inducidas externamente, formas que poseen recursos que son completamente internos, como cuando los estados de ánimo positivos o negativos se inducen mediante química visceral. Sin embargo, de ningún modo la conciencia se restringe a la experiencia inmediata. Una fuente distinta es el recuerdo; la construcción de experiencias que fueron experiencias inmediatas en algún momento pero que no pertenecen al medioambiente actual. La otra fuente es la imaginación, experiencias construidas por la propia mente consciente, aunque con alguna relación directa con las experiencias inmediatas previas.

Las experiencias conscientes pueden ser reales o ficticias
Nosotros no registramos objetivamente lo que está sucediendo a nuestro alrededor, pero lo interpretamos según esquemas conocidos. La información que permanecía inactiva en la mente durante algún tiempo y que ahora se recuerda atravesará procesos adicionales de interpretación, siendo al momento de recordar incluso menos repetitivo verídicamente que en el momento de su primera adquisición.

Las experiencias conscientes son más o menos interesantes
De todos los ítems de información sobre los cuales uno se podría centrar, ¿por qué algunas de ellas entran a la conciencia y otras no? Esta interrogante es difícil de contestar en relación con el pensamiento inactivo, donde las razones del por qué la conciencia observa el medioambiente, recuerda e imagina de las maneras en las que lo hace son las más difíciles de averiguar. Sin embargo, cuando la conciencia se verbaliza en un lenguaje abierto, al menos podemos investigar el flujo de cosas que se hablan y quizás agudizar nuestro entendimiento del por qué un hablante escogió esas cosas y no otras.

Estructura Intencional de la Conciencia.

Un interesante punto de partida para analizar las relaciones conciencia / lenguaje se encuentra en el estudio de la intencionalidad, dado que esta característica de la conciencia, pareciera verse reflejada de manera especial en el lenguaje.

Desde Brentano en adelante, los filósofos de la mente han considerado la intencionalidad como una característica central de la mente (y por ende de la conciencia). Según Alvarez (2002), “La palabra intencionalidad es un término técnico tomado de la filosofía escolástica medieval (intentio, traducción del árabe ma‘na), donde se usaba para referirse a cosas en la mente u operaciones mentales" (p.390). La intentio estaba relacionada con la inexistentia, que no quiere decir “inexistencia” sino “existencia en”, existencia del objeto en la mente o tal como se presenta a la mente, tal como ésta lo conoce y experimenta” (p. 390).

Brentano, filósofo alemán que retomo el término inexistencia, consideraba la intencionalidad como la propiedad definitoria de los fenómenos psíquicos en oposición a los físicos. Para él, todo fenómeno psíquico era intencional, incluso aquellos casos más complejos de definir en esos términos, como resulta ser el caso del dolor. Señaló que todo estado mental incluye un objeto que se presenta o aparece al sujeto y el hecho de que los actos mentales incluyan tales presentaciones constituye su intencionalidad o, in-existencia intencional. Según sus propias palabras, “esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente un objeto”. (Brentano, 1935; p. 28, 29).

De este modo, se considera al intencionalismo como la doctrina que define los estados mentales en tanto se encuentran siempre referidos a un objeto que no es el mismo estado mental. Sin embargo, actualmente existe en filosofía de la mente una discusión respecto de los límites dentro de los cuales deben analizarse las relaciones entre la conciencia y la intencionalidad. Para Searle por ejemplo, todo lo intencional es (en último término) consciente[1], pero no todo lo mental es intencional. Según él, existen estados conscientes (mentales) que no poseen intencionalidad como sería el caso de los estados de ánimo. Otros autores en cambio, postulan que la característica principal de los estados mentales (la marca de lo mental) se encuentra dada por la intencionalidad, y todo fenómeno que se define como mental sería por tanto, necesariamente intencional. Este es el caso de Crane (2003), quién es partidario de un intencionalismo fuerte que caracteriza incluso las sensaciones como representaciones intencionales. Así, de acuerdo a Crane, cuando tengo un dolor en mi rodilla el estado mental (la sensación o propiedad cualitativa) que caracteriza ese dolor, corresponde a una representación de una parte de mi cuerpo (la rodilla) en la mente como dolor, con lo cuál en último término este estado mental se define por su carácter intencional.

El análisis los estados mentales separando el contenido intencional de las propiedades cualitativas (qualia) que le acompañan resulta un ejercicio interesante y clarificador. Tal como podemos pensar en estados cualitativos sin contenido intencional (los estados de ánimo por ejemplo), vale la pena preguntarse si puede haber estados intencionales que no presenten propiedades cualitativas. Para Rosenthal (1994) citado en Crane (2003), existen dos categorías de estados mentales: las actitudes proposicionales tales como pensamientos, deseos y otros estados con contenido intencional; y las sensaciones como el dolor o las impresiones sensoriales que no presentan contenido intencional. Si me detengo un momento para analizar mi experiencia presente en función de estas distinciones, puedo observar que mientras trabajo sobre este documento, mi mente se encuentra dirigida intencionalmente sobre los pensamientos que me ocupan en este momento -entre otros, los conceptos, la estructura y la argumentación de las ideas que redacto-. Paralelamente, soy consciente de ciertas propiedades cualitativas que acompañan mi quehacer mental -en este caso inquietud y calor-. Sin embargo, no estoy tan seguro de que éstas últimas deriven directamente del estado intencional en el que me encuentro. De hecho, pudiera ser que en algunos casos como éste, la propiedad cualitativa fuese un mero acompañante no directamente asociado al estado mental intencional (o actitud proposicional), el cuál tal vez no presente en sí mismo propiedades cualitativas vinculadas. La dificultad para examinar los posibles límites y relaciones entre contenidos intencionales y propiedades cualitativas se produce puesto que en principio, es imposible no estar en un estado consciente en particular, así como en una sensación o qualia determinado[2]. Siempre estamos en algún estado de ánimo o emoción, razones por las cuales existe una tendencia espontánea a asociar los estados intencionales con las propiedades cualitativas que le acompañan en un momento determinado[3]. Sin embargo, si intentamos examinar ambos dominios de la conciencia (el contenido intencional y la propiedad cualitativa) por separado, podemos observar que aún cuando nunca dejamos de estar en un estado cualitativo particular y en un estado intencional determinado, existen frecuentemente casos en los cuales ambos dominios no constituyen un estado mental unitario. En esto casos, una de las dificultades para separar ambos dominios en el análisis, se deriva del hecho que en algunas ocasiones es el carácter intencional de un determinado estado mental aquel que aparece con mayor fuerza en la conciencia, y en otras es la propiedad cualitativa la que presenta mayor notoriedad[4]. Al respecto, una posibilidad interesante para analizar este tema, es ver la dicotomía intencional / cualitativo como un continuo, en el cuál se encontrarían las actitudes proposicionales que presenten un mínimo grado de cualidad en un extremo, versus las propiedades cualitativas que no contengan contenido proposicional (intencional) directamente asociado, en el otro polo.
Conciencia, intencionalidad y lenguaje

¿Cómo se relaciona todo esto con el lenguaje? Existen dos aspectos referidos a las características de la conciencia que resultan de interés para analizar la relación entre el lenguaje y la conciencia. Por un lado, la distinción actitud proposicional / propiedad cualitativa, y por otro; el carácter intencional de los estados mentales.

Si hacemos un breve resumen de lo planteado hasta ahora, tenemos lo siguiente. La conciencia constituye el aspecto central de aquello que denominamos mente. Por esta razón, para un examen adecuado de cualquier proceso cognitivo, es necesario analizar los posibles vínculos que éste presenta con la conciencia. Tradicionalmente, la conciencia ha sido definida entre los autores, como la experiencia cualitativa que acompaña muchos de los diferentes procesos cognitivos (percepción, atención, lenguaje, memoria, etc.). Sin embargo, una categorización algo más amplia de los estados conscientes, es aquella que distingue por un lado actitudes proposicionales (como deseos, creencias, etc.) y por otro, propiedades cualitativas (o qualias), tales como la experiencia vivida al contemplar un lago, o el sentimiento de dolor en el pie izquierdo producto de un golpe o el qualia de estar instanciando el concepto de mi tía Panchita o el de mi tía Panchita dándolde de comer a los canarios. Según Crane, (2003), ambas dimensiones son conscientes y las dos pueden ser vistas también a la luz del carácter intencional que caracteriza los fenómenos mentales. Probablemente, la intencionalidad de uno y otro estado presente algunos matices distintos sin embargo, para nuestro análisis basta con constatar que ambos tipos de estados conscientes se caracterizan por la inexistencia intencional descrita por Brentano. Así, de acuerdo a estas distinciones, la conciencia puede ser entendida como un lugar en el cuál se destaca a veces la presencia de las actitudes proposicionales, así como en otros momentos aparecen con más fuerza las propiedades cualitativas de una determinada experiencia o estado mental. Ambos tipos de aspectos constituyen en ocasiones un estado mental unitario y cohesionado, mientras que en otras oportunidades, dichas dimensiones se configuran sólo como dimensiones contiguas en el tiempo y el espacio mental.
Actitudes proposicionales, propiedades cualitativas y lenguaje

Considerando estas ideas, podemos avanzar hacia la construcción de un tipo de relación entre el lenguaje y la conciencia. La distinción actitud proposicional / propiedad cualitativa, nos muestra que existen estados mentales que resultan más fácilmente traducibles al formato del lenguaje y otros que no son tan factibles de traducir en ese sentido. Al respecto, según Chafe (1994), no podemos poner en duda que parte importante de la conciencia se encuentra constituida por el discurso lingüístico interno. Sin embargo, es evidente que no todo lo que pasa por la conciencia es lenguaje. Estados como la imaginación, el afecto y las experiencias estéticas tendrían según este autor, su propia naturaleza. De este modo, existirían razones para creer que a veces, el contenido de la conciencia no puede compararse con ninguna manifestación lingüística particular de ella (Chafe, 1977; citado en Chafe, 1994). Un tipo de evidencia señalado por Chafe, que pudiera demostrar la existencia de contenidos conscientes difícilmente expresables mediante el lenguaje, se encuentra dada por la experiencia mental de poca fluidez en el discurso. Según él, con frecuencia las personas tienen problemas para verter sus pensamientos a través de las palabras pudiendo tener la sensación de que no han declarado adecuadamente lo que tienen en mente. En este sentido, la experiencia de poca fluidez que todos hemos tenido alguna vez, podría ser vista como una evidencia de la no conformidad entre aquello de lo que uno es consciente y lo que uno dice. (Chafe, 1990; citado en Chafe, 1994).

Una manera de explicar este tipo de situaciones, es considerar que en la medida que los estados conscientes se “proposicionalizan”, se encontrarían más cercanos al lenguaje, mientras que por el contrario, mientras más cercano al polo de las propiedades cualitativas se encuentra un determinado estado mental, menos factible resulta su traducción al código lingüístico. Dicho de otro modo, la conciencia es un proceso que tiene un carácter intencional mediante el cuál se dirige hacia el mundo adoptando formas más o menos susceptibles de ser expresadas a través del lenguaje.


Intencionalidad y Lenguaje

Finalmente, hemos dicho (siguiendo a Crane), que la estructura de la conciencia es predominantemente intencional, sin embargo, nada hemos hablado de esta propiedad y su posible relación con el lenguaje.

Para Searle, (1998), existen tres tipos de estados en el mundo que pueden concebirse como intencionales. La comprensión exacta de las características de cada uno de ellos, nos ayuda a clarificar la relación entre la intencionalidad mental y el lenguaje. Los tres tipos de intencionalidad identificados, pueden verse ejemplificados en cada una de las siguientes oraciones:

- Me siento muy a gusto trabajando con este computador
- Mi computador tarda en hacer el trabajo puesto que está pensando
- La palabra computador designa una máquina que realiza algoritmos

La primera frase nos refiere a un estado intencional intrínseco, producido por la existencia de propiedades mentales de un cerebro biológico. Este tipo de intencionalidad “primaria” o intrínseca es según Searle el único tipo de intencionalidad real, en el sentido de que ella es independiente de otros tipos de intencionalidad y se origina a partir del carácter biológico de la mente. La segunda frase en cambio, no se refiere realmente a ningún estado intencional, y corresponde en verdad a un tipo de propiedad que Searle denomina “intencionalidad como sí”. Se trata tan sólo de una forma metafórica que utilizamos para hablar acerca de ciertas cosas que existen el mundo, las cuáles en rigor, no presentan propiedad intencional alguna [proyección de intencionalidad]. Finalmente, la tercera oración nos remite a un tipo de intencionalidad que Searle denomina intencionalidad derivada, en el sentido que ella depende siempre del primer tipo de intencionalidad descrito. Este tipo de intencionalidad presente en el lenguaje, depende siempre de una mente biológica que tiene intencionalidad intrínseca, capaz de transferir representatividad y significación al lenguaje. En palabras de Searle (1998), “la clave para comprender el significado es esta: el significado es una forma de intencionalidad derivada. La intencionalidad original o intrínseca de un hablante es transferida a las palabras, frases, marcas, símbolos, etc. Si se expresan con significado, esas palabras, frases, marcas y símbolos tienen entonces una intencionalidad derivada de los pensamientos del hablante. No tienen tan sólo significado lingüístico convencional sino también el significado que ha querido darles el hablante (p. 127).

Por tanto, podemos concluir este trabajo reafirmando una de las ideas planteadas anteriormente. La conciencia representa el rasgo central de la mente, con independencia del cuál no es posible entender ningún proceso cognitivo. Ella, tiene una estructura intencional que la vincula con el mundo y que particularmente en el caso del lenguaje, es la responsable de la capacidad de significación de las palabras, frases y discurso. Cualquier análisis de la significación del lenguaje que no considere esta relación, corresponde a un intento de explicación reduccionista e incompleto.
BIBLIOGRAFÍA

1. Alvarez, A., (2002). Propiedades nucleares de los fenómenos mentales según Searle: intencionalidad, subjetividad, semanticidad. Revista de Filosofía Vol. 27 Núm. 2 (2002): 389-417
2. Brentano, F (1935). Psicología desde un punto de vista empírico. Madrid, Editorial Revista de Occidente
3. Crane, T., (2003) The intentional Structure of consciousness. En Consciousness: New Philosophical Perspectivas. Edited by A. Jokic and Q Smith. Oxford and New York: Oxfod University Press
4. Chafe, (1994). Discourse, Consciousness, and Time. The Flow and Displacement of Conscious Experience in Speaking and Writing. Chicago; Chicago University Press.
5. Jackendoff, R., (1998). La Conciencia y la Mente Computacional. Madrid, Editorial Visor.
6. Searle, J., (1998) Mente, lenguaje y sociedad. La filosofía en el mundo real. Madrid, Editorial Alianza.
[1] Para Searle cualquier estado requiere para poder definirse como “mental” de contar (al menos en principio) con la posibilidad de hacerse consciente. Así por ejemplo, mi creencia inconsciente cuando estoy dormido, que Michel Bachelet es la presidenta electa de Chile, sólo puede definirse como mental, en la medida que puede hacerse consciente cuando despierto. ¿y cuál es entonces el estatus de los sueños?
[2] Al decir de algunos autores como Rafael Echeverría, no podemos escapar de los estados de ánimo. Siempre nos encontramos en algún estado de ánimo en particular y comúnmente no podemos elegirlo. Para una aplicación de estas ideas al ámbito de las organizaciones, ver “Ontología del Lenguaje” de Rafael Echeverría, editorial Dolmen.
[3] Digo en principio, puesto que para algunas filosofías orientales como el budismo o el hinduismo, sería posible acceder a la mente o conciencia en estado puro, vacío de todo contenido específico mediante prácticas específicas de meditación. Para una relación entre este tipo de visión y la ciencia cognitiva, ver “De Cuerpo Presente: Las Ciencias Cognitivas y la Experiencia Humana. Varela, F; Thompson, E. y Rosch, E. Editorial Gedisa 1997.
[4] De hecho tal vez sea posible identificar diferentes patrones de funcionamiento mental, asociados a los distintos tipos de personalidad existentes descritos por la literatura psicológica. En este sentido, pudieran distinguirse diferentes estilos mentales, algunos con una predominancia hacia la proposicionalización intencional, así como otros con una orientación en la conciencia en el sentido de la formación de propiedades cualitativas (qualia).

El Problema de la Conciencia en Ciencia Cognitiva

Publicado en Revista Gaceta de Psiquiatría Universitaria. Año 1, volumen 1, Nº2, septiembre de 2005
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El presente trabajo analiza el problema de la conciencia en ciencia cognitiva representacional simbólica, a la luz del trabajo de tres autores que han dedicado parte importante de su obra a analizar este tema. En primer término, se realiza una contextualización del problema de la conciencia en el marco del problema filosófico mente cuerpo. Luego, se intenta dilucidar por qué la conciencia constituiría una dificultad para avanzar en la construcción de una ciencia de la mente y cuáles son los aspectos de este fenómeno que chocarían con el paradigma científico. Para avanzar en este punto, se analizan algunos aspectos de los planteamientos sobre el problema de la conciencia en ciencia cognitiva, según David Chalmers, John Searle y Francisco Varela. Finalmente, se elaboran algunas conclusiones respecto las características de este problema, los puntos de vista de los autores revisados, y algunas ideas respecto de posibles caminos para una investigación futura de la mente que no excluya la consciencia.
Palabras Claves: ciencia cognitiva, problema de la conciencia, Searle, Chalmers, Varela.

El concepto “Mente”
El concepto “mente”, ocupa un lugar central dentro de nuestra cultura, teniendo inmensas implicaciones en la vida cotidiana de las personas, al punto que podemos afirmar que prácticamente nadie se atrevería a negar actualmente la existencia de la mente, en los seres humanos al menos. Sin embargo, qué significa decir que la mente existe. Cuando nos referimos a la existencia de la mente, parece ser que no estamos haciendo referencia a una existencia similar a la existencia de una mesa por ejemplo. Pero, ¿cómo es entonces la cualidad de la existencia de la mente? ¿Podemos decir que existe algo si no estamos aludiendo a una existencia física? ¿Cómo podría ser una existencia de otro tipo? ¿Si la mente existe (de la forma que sea), dónde se encuentra, es decir, cuál es su residencia? ¿Finalmente, cómo se relaciona la existencia de la mente con procesos característicos del ser humano que si son inapelablemente físicos, como la actividad del sistema nervioso? Estas y otras preguntas relacionadas, nos llevan hasta un problema que a ocupado gran parte de la actividad de la filosofía durante varios cientos de años.
El Problema Mente / Cuerpo Según de la Cruz (2002), el problema de clarificar las relaciones entre la mente y el mundo
físico (problema mente/cuerpo), es un problema que ha acompañado el desarrollo completo de la humanidad, aún cuando habría adoptado diversas formas durante su historia. Este autor, al igual que otros (Wozniak 1992, Berman 1987), plantea que si bien el problema es muy antiguo, la forma a través del cuál lo reconocemos hoy en día, tendría su raíz más directa en los planteamientos de René Descartes. Este matemático, filósofo y fisiólogo francés, sería quién intentó la primera explicación sistemática de las relaciones entre la mente y el cuerpo, definiendo de alguna forma el problema mente/cuerpo, y otorgando también las primeras directrices para intentar avanzar en su solución.

Según Wozniak (1992), al localizar el punto de contacto entre el alma y el cuerpo en la glándula pineal, Descartes planteó la cuestión de las relaciones de la mente con el cerebro y el sistema nervioso, pero al mismo tiempo, al trazar una radical distinción ontológica entre el cuerpo como extensión y la mente como puro pensamiento, Descartes, en búsqueda de la certidumbre, habría creado paradójicamente, un caos intelectual. La solución de la glándula Pineal, habría sido auto-contradictoria, ya que suponía la afirmación de una sustancia que era pensante y extensa a la vez, lo cual choca con la propia definición cartesiana de sustancia. (de la Cruz 2002).
No obstante esta contradicción, las ideas de Descartes en el sentido de ubicar el epicentro de las funciones mentales en el cerebro, se han visto reforzadas por un enorme caudal de investigaciones llevadas a cabo durante los últimos ciento cincuenta años, sobre la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso. Desde el localizacionismo extremo de la antigua frenología, hasta el neo-localizacionismo actual de la moderna neurociencia, los científicos se han empeñado en encontrar la residencia física de las funciones mentales en el sistema nervioso, específicamente en el encéfalo. El desarrollo de las técnicas de investigación del cerebro, ha permitido grandes avances en la comprensión de los mecanismos neurofisiológicos del sistema nervioso central. Entre otros, se han delimitado las diferentes áreas de la corteza cerebral encargadas de recibir y procesar la información y controlar las reacciones musculares; se ha determinado la existencia de las áreas de asociación que interpretan, integran y coordinan la información proveniente de las áreas sensoriales y motoras (permitiendo el funcionamiento mental superior); y finalmente, se ha establecido la interrelación entre los hemisferios cerebrales y sus respectivas funciones generales, determinándose así, la compleja vinculación entre la localización de las funciones mentales y la actividad del cerebro como un todo. De esta forma, la investigación científica sobre el sistema nervioso ha permitido replantear el alcance del problema mente/cuerpo, trasladando el análisis desde una relación amplia (mente/cuerpo), hasta una relación bastante más acotada (mente/cerebro). El énfasis de la discusión se ha centrado en las características del funcionamiento del sistema nervioso y su relación con los procesos mentales, dejándose de lado el rol fundamental del cuerpo en tanto soporte de las emociones y del movimiento, como acción generadora de lo cognitivo. El problema es planteado actualmente en los siguientes términos:
- ¿cómo se relacionan los procesos mentales y cerebrales?;
- ¿es posible explicar (reducir) los procesos mentales a partir de los procesos neurofisiológicos del sistema nervioso?;
- ¿son los procesos cerebrales idénticos a los procesos mentales?
El Desarrollo de una Ciencia de la Mente
La falta de una solución sobre las interrogantes anteriores ha significado grandes dificultades para el desarrollo de una ciencia de la mente. La visión de las propiedades mentales como un dominio distinto de lo físico, choca fuertemente con la cosmovisión materialista de la ciencia, y no le permite a esta última, hacerse cargo de la explicación de lo mental, fenómeno que eventualmente escaparía a este dominio. Esta es probablemente, la razón más poderosa por la cuál a pesar de que actualmente contamos con más de treinta años de desarrollo de la ciencia cognitiva, el problema duro (o problema difícil) sigue siendo el abordaje de las propiedades mentales, las cuáles no serían aparentemente explicables en términos puramente físicos. Dentro de este contexto, el problema de la conciencia planteado por la ciencia cognitiva (tal como lo revisaremos más adelante), constituye en términos esenciales, una re-formulación muy elaborada del histórico problema mente/cuerpo. Este último problema, no sólo no ha sido superado por la ciencia cognitiva, sino que se encuentra plenamente presente en su interior, como una piedra de tope que dificulta el progreso en el estudio de la mente. Observar este problema no es fácil, puesto que cuando los científicos cognitivos hablan de “la mente” (sobre todo, pero no únicamente en el sentido computacional), no se aprecia de forma directa que generalmente estamos dejando de lado un aspecto que para muchos constituye la dimensión principal de lo mental: la conciencia.
Flanagan (1992), sorprendido por el regreso post conductista de la mente a la investigación, sin un retorno paralelo de la conciencia, reflexiona sobre algunos aspectos que pueden dar luces sobre esta carencia. La primera razón que señala, hace referencia al hecho que el abandono de las ideas del behaviorismo respecto del escenario de la mente, no fue acompañado de un abandono metodológico. El conductismo, habría dejado un legado metodológico a la ciencia cognitiva, una forma de tratar los fenómenos de la mente, que incide directamente en la exclusión de la conciencia de parte de los científicos cognitivos. Otros aspectos que señala este investigador como posibles causas de esta exclusión, serían:
- La existencia de la idea en ciencia cognitiva, que un mapa posible de la mente debiera proveer una teoría de la vida mental inteligente sin comprometerlo a uno con un punto de vista acerca de la naturaleza, función y rol de la conciencia.
- La existencia de la idea en el funcionalismo computacional, que la conciencia no es esencial.
- La presencia de la “suspicacia” epifenomenalista, según la cuál los estados conscientes no tendrían un rol causal, y los seres humanos podríamos ser considerados como autómatas conscientes, es decir, organismos que actuamos de manera mecánica, pero acompañados en ocasiones de estados conscientes que no tendrían sin embargo eficacia causal.
Como observa Flanagan, resulta extraño constatar que el desarrollo de la ciencia cognitiva, no trajo consigo un rescate de la mente, concebida a la manera de la psicología pre conductista. Lo que en verdad ocurrió, fue que el retorno de la mente propiciado por el enfoque cognitivista, trajo aparejado consigo una maniobra un tanto confusa, mediante la cuál, la ciencia cognitiva proporcionó un puente para salvar la distancia que existía entre la cosmovisión físicalista de la ciencia y el estudio de la mente.

La Mente en el Sentido Cognitivista Computacional
En cierto sentido, muchos de los científicos cognitivos hablan de la mente sin referirse totalmente a ella. Lo que la ciencia cognitiva hace (sobre todo en su versión cognitivista computacional), es reformular el concepto de “mente” hasta unos términos que resulten admisibles dentro de la visión materialista, pero perdiendo en este intento, las propiedades centrales de “lo mental”. Para acercarse a los ideales “fisicalistas” de la ciencia, la ciencia cognitiva redefine los estados mentales en términos de actitudes proposicionales que tienen propiedades causales y que pueden ser experimentalmente constatables. Desde este enfoque, la ciencia cognitiva no explica en último término qué es un estado mental, pero si logra finalmente, conservar la intención de hacer una ciencia (natural) de la mente, que cumpla con los requisitos de fisicalidad, observación por terceras personas, funcionalidad (conducta guiada por propósitos), y experimentalidad. El enfoque cognitivista a través de la teoría representacional de la mente y la hipótesis del sistema de símbolos físicos (ambos presentes en el corazón de este enfoque), redefinió nuestra concepción de la mente como un asunto absolutamente compatible con el mundo físico, rescatándola del terreno místico, y haciendo posible su estudio científico. Al reformular los estados mentales como actitudes proposicionales, la teoría representacional de la mente le otorgó un anclaje físico a la actividad mental, y la noción de cognición, entendida como manipulación de símbolos a partir de su forma física no presentó problema alguno para el requisito científico de fisicalidad. La hipótesis de los sistemas de símbolos físicos por su parte, dio pie al cumplimiento del requisito de implementabilidad, al señalar que cualquier sistema inteligente, no es más que un sistema de símbolos físicos y puede ser por tanto implementado en cualquier sustrato físico que cumpla con algunas condiciones básicas. El avance impulsado por el enfoque cognitivista, observado sobre todo a partir del impresionante desarrollo de la inteligencia artificial, significó que la mirada cognitivista representacional simbólica se transformase en el enfoque oficial para la investigación científica de la mente. A pesar de todo lo anterior, quedaron sin embargo algunos importantes problemas sin resolver.
Nuevas Versiones del Problema Mente / Cuerpo: El Problema de la Conciencia
Desde su surgimiento, la ciencia cognitiva ha experimentado un vertiginoso desarrollo. No obstante este hecho, no son pocos los que piensan que el paradigma cognitivista continua siendo hasta ahora, el único modelo con un desarrollo teórico y experimental importante y que debiera guiar por tanto, la investigación en ciencia cognitiva. Desde este punto de vista, como deja entrever Clark (2001), el resto de las ideas y teorías existentes, (cognición distribuida, vida artificial, sistemas dinámicos, etc), no serían tanto nuevas teorías, opuestas a un modelo cognitivista dominante, sino más bien, aportes desde distintos ámbitos a lo que seguiría siendo el paradigma central de la cognición y la mente (paradigma cognitivista computacional). Dentro de este escenario, para este autor, la conciencia sigue siendo el problema duro de la ciencia cognitiva, y aunque habría “salido del armario”, y se encuentra actualmente de moda en la literatura cognitiva, aún no sabemos exactamente qué estamos diciendo cuando hablamos de conciencia, ni está todavía claro cuál es el rol que le cabe dentro del funcionamiento mental.
La Distinción del Problema de la Conciencia
Si bien en ciencia cognitiva existe una fuerte corriente ortodoxa que se niega de múltiples formas a la posibilidad de estudiar la conciencia en sus propios términos, el avance en la comprensión de la mente y la cognición propiciado por esta disciplina, ha permitido por otra parte, distinguir aspectos cada vez más sutiles del problema mente/cuerpo. Podría decirse que en paralelo a la dirección propiciada por la ortodoxia computacionalista del cognitivismo, ha corrido una vertiente de pensamiento más pequeña (pero no menos importante) que se ha empeñado en develar las lagunas del cognitivismo en cuanto a su comprensión de la mente. Al respecto, fue el libro ya clásico de Ray Jackendoff, “La Conciencia y la Mente Computacional”, el que puso un nuevo foco de luz sobre la comprensión del problema de la consciencia. En esta obra, Jackendoff (1998), colocó atención sobre lo que se ha llamado posteriormente, la “des-unidad” del sujeto cognitivo, revelando cómo mente y conciencia, o más bien computación y conciencia, serían dos aspectos eminentemente diferenciados del funcionamiento mental (Varela 1997). Aunque no es el objetivo de este trabajo, resulta interesante destacar al respecto, que según Francisco Varela, la aparente cohesión mental que experimentamos en la percepción del mundo (y de nosotros mismos), no sería más que una ilusión generada a partir de la estructura de la mente. Esta vivencia de unidad respecto de nuestro propio funcionamiento mental, así como del mundo percibido, estaría sustentado por una serie de aspectos y/o funciones que son en sí mismas claramente diferenciadas. Jackendoff (1998), mediante su trabajo, distinguió los que pueden ser considerados los aspectos más gruesos del funcionamiento mental, a saber, la dimensión computacional y fenomenológica de la mente. Para este autor, la mente fenomenológica tiene que ver con la mente como el lugar del percatamiento conciente, la experiencia del mundo y las propias vidas interiores que cada uno llevamos, inaccesibles a los demás. El otro gran aspecto de
“lo mental”, denominado mente computacional, considera la mente como un sistema de soporte y de procesamiento de la información. La mente en este último sentido, actúa como el lugar del entendimiento, el conocimiento, el razonamiento y la inteligencia. Para Jackendoff (1998), esta distinción permite considerar dos problemas de diferente tipo a la hora de analizar la relación mente/cuerpo: “ resulta así que la psicología tiene ahora no dos ámbitos de los que ocuparse, el cerebro y la mente, sino tres: el cerebro, la mente computacional y la mente fenomenológica. En consecuencia, la formulación de Descartes del problema mente/cuerpo se divide en dos cuestiones separadas. El problema mente fenomenológica – cuerpo es: ¿cómo puede un cerebro tener experiencias? El problema mente computacional – cuerpo es: ¿cómo puede el cerebro llevar a cabo el razonamiento? Además tenemos el problema mente/mente, es decir: ¿cuál es la relación entre los estados computacionales y la experiencia” (Jackendoff pp. 38-39). Este problema, deriva de la constatación del hecho que nuestra cognición se dirige hacia el mundo tal como lo experimentamos. La respuesta de Jackendoff a este problema, es planteada en términos de proyección. La conciencia sería desde su punto de vista, una proyección de representaciones de nivel intermedio de la mente computacional. Al utilizar la distinción de Jackendoff, y si dejamos por un momento de lado el concepto “computación” (nada nos asegura que sea ésta la única manera no consciente de procesar información), nos encontramos sin duda frente a un excelente mapa para representar la complejidad que ha adquirido el problema mente/cuerpo a partir del surgimiento de la ciencia cognitiva. Para los fines de este trabajo, interesa mucho más el ordenamiento general de la mente que establece Jackendoff, que su visón y explicación de la conciencia, la cuál resulta poco explicativa puesto que señala que la conciencia es causada (proyectada) por los procesos computacionales, pero no tendría una utilidad por sí misma. (Jackendoff 1998).

Lo más interesante de esta distinción, se encontraría en el hecho que Jackendoff, coloca la conciencia en el centro de los procesos mentales, distinguiéndolo con claridad de otros aspectos de la mente. Al identificar esta situación, entrega un mapa general para nombrar un problema que brota permanentemente en las investigaciones respecto de la mente, y frente al cuál, a los científicos cognitivos les resulta cada vez más difícil hacerse a un lado. Los siguientes apartados, intentarán definir con cierta exactitud a qué se refiere el “problema de la conciencia” y cuáles son las dificultades que este tema plantea a la ciencia cognitiva, específicamente a su paradigma dominante, el enfoque cognitivista. Para ello, el trabajo se avocará desde aquí en adelante, a la revisión de este problema, a partir de las ideas de tres autores que han desarrollado importantes trabajos respecto del tema.

1. La Mente Consciente de David Chalmers
David Chalmers, filósofo australiano, provoco durante finales de los años noventa, un gran revuelo con sus planteamientos respecto de la conciencia (Searle 2000). Para este autor, el problema de la conciencia constituye el problema difícil de la ciencia cognitiva, en el sentido de ser un asunto que va más allá de lo técnico, implicando aspectos de orden metafísico (Chalmers 1999). La pregunta difícil que intenta responder Chalmers es: ¿Por qué todo el procesamiento (de la mente) se encuentra acompañado de la vida interna experimentada?
Dos Variedades del Funcionamiento de la Mente
Chalmers (1999) realiza una división de la mente en:
- Mente fenoménica, que equivale a la mente como experiencia consciente
- Mente psicológica, que equivale a la mente como base causal o explicativa de la conducta
Resulta evidente la similitud de esta división con las categorías de Jackendoff anteriormente comentadas, sin embargo, uno puede distinguir al menos dos diferencias respecto de este punto entre ambos autores:

- Para Chalmers no toda la actividad de la mente psicológica (o computacional) debiera necesariamente ser procesamiento simbólico.
- Para Chalmers, existirían variedades de la mente fenoménica que serían también psicológicas, (la vigilia, la introspección, la informatividad, la autoconciencia, la atención, el control voluntario, el conocimiento y más generalmente la percatación).

Respecto de este último punto, es interesante la identificación de estados psicológico/fenoménicos, puesto que denotan una diferencia más profunda entre las distinciones de Chalmers y Jackendoff. En este último caso, la mente parece estar dividida en dos aspectos, teniendo como criterio de base para la diferenciación, el tipo de funcionamiento manifiesto. La mente desde este punto de vista, se divide en dos aspectos que son cualitativamente diferentes: la mente computacional, (simbólica, e inconsciente), y la mente fenomenológica (experimentada conscientemente). En el caso de Chalmers en cambio, la diferenciación se establece obedeciendo no tanto a un reconocimiento de dos dimensiones independientes de lo mental (psicológica / fenoménica), sino más bien, a una diferenciación de tipo operacional para describir funcionalmente la actividad de la mente.

Problema Mente / Cuerpo
Para Chalmers (1999), el problema de la conciencia tendría que ver con la antigua discusión de la relación mente/cuerpo, aunque no sería exactamente lo mismo. El problema mente/cuerpo de acuerdo a Chalmers, es el problema de definir qué tipo de vínculo existe entre estos dos aspectos del mundo. El problema de la conciencia en cambio, sería un problema algo diferente que puede entenderse mejor si observan los aspectos más finos derivados de la distinción mente psicológica / mente fenoménica. La distinción psicológico/fenoménica, permite factorizar el problema mente/cuerpo en dos partes separadas, dentro de las cuáles, la más difícil sería aquella referida a la cuestión de por qué las propiedades psicológicas están acompañadas por propiedades fenoménicas. De esta forma, al igual que en las ideas de Jackendoff; en Chalmers, encontramos al menos dos problemas mente/cuerpo, de los cuáles uno (el problema mente/mente), constituye el problema difícil metafísicamente hablando. Al revisar su trabajo, resulta tentador suponer una causalidad lineal y progresiva que iría desde lo físico hasta lo fenoménico, pasando por lo psicológico. Chalmers sin embargo, cuida bastante el uso del lenguaje al referirse a estas posibles relaciones, de manera de no plantear el problema en términos de causalidad lineal. La pregunta que intenta responder por tanto, no es: ¿cómo causan los procesos psicológicos la experiencia consciente?, sino más bien, ¿por qué las propiedades psicológicas se encuentran acompañadas por propiedades fenoménicas?

De cualquier modo, Chalmers se ocupa también de reflexionar sobre otras interrogantes anexas al foco central de su trabajo, indagando cuestiones tales cómo: ¿cuál es el lugar de la conciencia en el orden natural?, o, ¿es la conciencia un fenómeno físico?, o, ¿puede la conciencia explicarse en términos físicos? Finalmente, Chalmers (1999), se declara un dualista de propiedades. Esto se traduce en una defensa de la irreductibilidad de la conciencia pero también, en la afirmación de que la conciencia surgiría de lo físico, aún cuando no sería ella misma algo físico. ¿Cómo es posible esto? La explicación que Chalmers entrega, es que esto se debería a la presencia de un ingrediente extra: la información.
La Teoría de la Conciencia de Chalmers
La teoría de Chalmers respecto de la conciencia, resulta menos convincente que la discusión respecto del problema. El mismo Chalmers hace referencia a esta situación cuando señala: “no presento una teoría completamente desarrollada, pero formulo sugerencias acerca de las construcciones involucradas en esas leyes (...) Mi objetivo al formular estas ideas sueltas no es plantear un marco conceptual que resista un escrutinio filosófico detallado; más bien las propongo con el fin de poner las ideas sobre la mesa” (Chalmers 1999 p. 351). Chalmers (1999), afirma que la conciencia es una propiedad básica existente en la naturaleza y que por lo tanto, aún cuándo existirían grados variables de ella en los seres y objetos del mundo, prácticamente todos presentarían conciencia. Este hecho, es difícil aceptarlo según este autor, entre otras razones por la confusión existente entre conciencia y autoconciencia. Por otra parte, nuestras experiencias conscientes serían de un carácter tan sofisticado que no facilitan la imaginación de la experiencia consciente de una piedra o en el mejor de los casos, de un ratón.

La razón fundamental por la cual la conciencia sería una propiedad básica de la naturaleza es que ella está asociada al concepto de información. Para llevar adelante su análisis en esta dirección, Chalmers utiliza el concepto de información presente en la teoría de Shannon (1948 citado en Chalmers 1999). Este concepto, hace referencia a una noción formal o sintáctica, relacionada con un estado seleccionado a partir de un conjunto de posibilidades (dentro de lo cuáles, el más básico es el bit). La información así entendida, tendría siempre un aspecto físico y otro fenoménico. Físicamente realizada, la información sería “una diferencia que hace una diferencia”, o que está asociada a un camino causal. La información realizada fenoménicamente en cambio, tiene que ver con “las cualidades intrínsecas de las experiencias y la estructura entre ellas, es decir, las relaciones de similitudes y diferencias entre ellas y su estructura combinatoria intrínseca” (Chalmers 1999 p. 360). La información, como una propiedad que presenta siempre ese doble aspecto, permitiría la conexión entre los dominios físicos y fenoménicos del mundo. Así, “una experiencia consciente es una realización de un estado de información; un juicio fenoménico se explica mediante otra realización del mismo estado de información. En un sentido, postular un
aspecto fenoménico de la información es todo lo que necesitamos para asegurarnos que esos juicios son verdaderamente correctos: existe un aspecto cualitativo en esa información que se muestra directamente en la fenomenología y no sólo en un sistema de juicios” (Chalmers 1999 p. 369).
2. El Naturalismo Biológico de John Searle
John Searle, filósofo de la mente estadounidense, ha dedicado gran parte de su obra al estudio de los actos del habla, sin embargo, al interior de la ciencia cognitiva, es reconocido principalmente por su crítica a la inteligencia artificial, denominada “la habitación china”. Una parte importante de su trabajo durante estos últimos años, lo ha dedicado a entregar su punto de vista respecto del problema de la conciencia. Para Searle (2000), existirían dificultades de orden teórico y filosófico que impiden realizar una correcta aproximación al problema de la conciencia. Estas serían:
- La existencia de una tradición de pensamiento estructurada a partir del concepto de dualismo y la división del mundo en lo material y lo mental.
- El hecho de que a pesar de tratar la conciencia como un fenómeno biológico y por ende parte del mundo físico, muchos autores consideran que la idea de una conciencia que es causada por procesos cerebrales, lleva a suponer que hay dos cosas en juego, procesos cerebrales como causas y estados concientes como efectos (lo que pareciera implicar una forma de dualismo).

Sobre estos dos últimos aspectos, Searle estructura gran parte de su trabajo, el cuál se avoca sobre todo a derribar lo que serían para él las dos grandes confusiones filosóficas: el materialismo y el dualismo. Su trabajo está orientado por tanto, a develar algo que él concibe como una confusión histórica que lleva a los filósofos de la mente e investigadores, a caer en errores que oscilan entre la defensa del materialismo o la aceptación de algún tipo de dualismo (frecuentemente dualismo de propiedades como ocurre en el caso de Chalmers). Para Searle (2000), ambas estrategias implican un no tomar en serio el fenómeno de la conciencia. En primer lugar, porque es evidente, que no habría nada más claro que la existencia de la consciencia. En segundo término, porque pretender la existencia de una substancia no material, sin dar cuenta de una conexión clara con el mundo material, constituiría un ir en contra de todo el conocimiento científico acumulado a lo largo de la historia.

Para Searle (2000), tanto el materialismo como el dualismo contienen en sí mismos errores fundamentales, y la conciencia sería un fenómeno natural biológico que no puede enmarcarse de manera apropiada en ninguna de las categorías tradicionales de lo mental y lo físico. Ésta, estaría causada por micro procesos de nivel inferior que se dan en el cerebro pero a la vez sería ella misma un rasgo del cerebro en los niveles macro superiores. La Definición de Conciencia de Searle Aunque Searle (2000), señala que no es posible definir la conciencia con exactitud, afirma
también que se puede hacer referencia a la conciencia entendiéndola como “aquellos estados del sentir y del advertir que, típicamente, dan comienzo cuando despertamos de un sueño sin sueños y continúan hasta que nos dormimos de nuevo, o caemos en un estado comatoso, o nos morimos, o de uno u otro modo, quedamos inconscientes” (Searle 2000 p. 19). Esta definición, bastante vaga, puede ser complementada con algunos puntualizaciones más específicas de su visión sobre qué es la conciencia, detallados en otro texto:
- La conciencia es diferente de la autoconciencia y la cognición
- La conciencia puede variar en grados,
- La consciencia es como un mecanismo de encendido y apagado,
- Consciencia no es “awarenes” (darse cuenta). Aunque estos fenómenos se parecen, no son equivalentes, puesto que awarenes esta mucho más estrechamente vinculado a cognición.
- Los estados conscientes siempre tienen contenido (Searle 1996).
Searle afirma que la conciencia es el fenómeno mental por excelencia, y “de un modo u otro, todas las demás nociones mentales –como intencionalidad, subjetividad, causalidad mental, inteligencia, etc.- sólo pueden ser entendidas completamente como mentales a través de sus relaciones con la conciencia2”. (Searle 1996 p. 96). En concordancia con todo lo anterior, reconoce que este fenómeno se manifiesta en distintos grados, desde la experiencia más simple hasta los complejos estados de autoconciencia. Sin embargo (al igual que Chalmers), se limita a reflexionar considerando el fenómeno en sus aspectos más básicos y esenciales, puesto que tomando en cuenta el estado del arte en la investigación neurobiológica, no resulta conveniente preocuparse de problemas relacionados con estos temas.
Según Searle, (1996) parece claro que la conciencia sirve para organizar cierto conjunto de relaciones entre el organismo, su entorno y sus estados internos. La conciencia, proporcionaría poderes de discriminación mucho mayores de los que tendrían los mecanismos inconscientes de discriminación. La conciencia añadiría poderes de discriminación y flexibilidad incluso a las actividades rutinarias memorizadas. La hipótesis que sugiere Searle es que una de las ventajas evolutivas que nos confirió el desarrollo de la conciencia es la flexibilidad, la sensibilidad y la creatividad mucho mayores.

Al respecto, resulta interesante preguntarse: ¿qué es realmente lo que medimos cuando evaluamos inteligencia? La inteligencia vista según el análisis de Searle sería más bien un sub-producto de la mente, directamente dependiente de la presencia de un alto nivel de conciencia. El problema es que no podemos medir directamente conciencia, pero si pudiésemos hacerlo, tal vez descubriríamos que aquello que se encuentra disminuido en forma notoria en aquellos casos
que definimos como retardo mental, es la conciencia. Un detalle, curioso en este sentido, es que el término utilizado para referirnos a los sujetos que presentan un bajo nivel de inteligencia sea “retardo o deficiencia mental” y no retardo o deficiencia de la inteligencia.

Algunas Ideas para una Teoría de la Conciencia a partir de Searle

Para Searle (1996), existen unas capacidades, habilidades y “saber cómo” generales, que hacen posible el funcionamiento de nuestros estados mentales. Todos estos elementos constituirían lo que él denomina el “Trasfondo” . La tesis del Trasfondo es: los fenómenos intencionales, funcionan sólo dentro de un conjunto de capacidades de Trasfondo que no son en sí mismas intencionales. Otro concepto importante para comprender la existencia de fenómenos intencionales el de “Red”. Además del Trasfondo, para que los fenómenos mentales existan, en necesario que existan dentro de una Red de otros fenómenos intencionales. Según Searle, Resulta imposible para los estados intencionales determinar aisladamente sus condiciones de satisfacción. Para tener una creencia o un deseo, es necesario tener toda una Red de otras creencias y deseos. La relación de la Red con el Trasfondo esta dada porque además de la Red necesitamos postular un Trasfondo de capacidades que no son parte de la Red. La totalidad de la Red necesita un Trasfondo, puesto que los elementos de la Red ni se auto-interpretan ni se auto-aplican.
La tesis de Searle respecto del Trasfondo puede resumirse como sigue:
1. Los estados intencionales no funcionan autónomamente. No determinan aisladamente las condiciones de satisfacción.
2. Cada estado intencional requiere para su funcionamiento una Red de otros estados intencionales. Las condiciones de satisfacción se determinan sólo de manera relativa a la Red.
3. Incluso la Red no es suficiente. La Red sólo funciona de manera relativa a un conjunto de capacidades de Trasfondo.
4. Esas capacidades no son y no pueden ser tratadas como meros estados intencionales o como parte del contenido de algún estado intencional particular.
3 Searle no hace referencia a sus ideas como parte de una teoría de la conciencia. Sin embargo, señala explícitamente que la tesis del trasfondo resulta ser una “tesis muy fuerte” y que la postulación de los fenómenos del Trasfondo podrían constituir “una categoría separada para la investigación” (Searle 1996 pp.182 183)

El mismo contenido intencional puede determinar diferentes condiciones de satisfacción (tales como las condiciones de verdad) y con relación a algún Trasfondo no determina ninguna en absoluto. (Searle 1996: pp 182 183) Lo anterior puede entenderse también de otra forma según Searle (1996). En mi cerebro hay una enorme y compleja masa de neuronas incrustadas en las células gliales. Algunas veces la conducta de los elementos de esta masa compleja causa estados conscientes, incluyendo aquellos estados inconscientes que son parte de las acciones humanas. Los estados conscientes tienen todo el color y la variedad que constituye nuestra vida de vigilia. Pero en el nivel de lo mental estos son todos los hechos. Lo que sucede en el cerebro, que es distinto de la conciencia, tiene una realidad ocurrente que es neurofisiológica más bien que psicológica. Cuando hablamos de estados inconscientes, estamos hablando de las capacidades del cerebro para generar conciencia. Además, algunas capacidades del cerebro no generan conciencia, sino que más bien funcionan para fijar la aplicación de los estados conscientes. Me capacitan para pasear, correr, escribir, hablar, etc.
¿Cómo se relaciona todo esto con las distinciones de Trasfondo y Red?

Searle (1996), dice que: “cuando describimos un hombre en tanto que teniendo una creencia inconsciente, estamos describiendo una neurofisiología ocurrente en términos de su capacidad disposicional para causar pensamientos y conducta conscientes. Pero si esto es correcto, entonces parece seguirse que la Red de intencionalidad inconsciente es parte del Trasfondo. La ontología ocurrente de aquellas partes de la Red que son inconscientes es la de una capacidad neurofisiológica, pero el Trasfondo consta enteramente de tales capacidades.

La cuestión de cómo distinguir entre Red y Trasfondo desaparece porque la Red es aquella parte del Trasfondo que describimos en términos de su capacidad para causar intencionalidad consciente”. (pp193 194). Lo que debemos distinguir entonces, es lo intencional de lo no intencional dentro de las capacidades de Trasfondo. Para eso, se puede hacer algunas distinciones más:
1. Necesitamos distinguir entre lo que está en el centro de nuestra atención consciente de las condiciones límite, periféricas, y de situación de nuestras experiencias conscientes.
2. Necesitamos distinguir dentro de los fenómenos mentales la forma representacional de la no representacional. Puesto que la intencionalidad se define en términos de representación, ¿cuál es el papel, si es que hay alguno, de lo no representacional en el funcionamiento de la intencionalidad?
3. Necesitamos distinguir capacidades de sus manifestaciones. Una de nuestras preguntas es: ¿cuáles de las capacidades del cerebro deberían pensarse como capacidades de Trasfondo?
4. Necesitamos distinguir aquello en lo que nos interesamos efectivamente, de aquello que damos por sentado.

Abandonando la concepción de mente como inventario, la hipótesis de Trasfondo queda de la siguiente forma:

“Toda la intencionalidad consciente –todo pensamiento, percepción, comprensión, etc.-determina condiciones de satisfacción sólo relativamente a un conjunto de capacidades que no son y no pueden ser parte de ese mismo estado consciente. El contenido efectivo por sí mismo es insuficiente para determinar las condiciones de satisfacción.” (Searle 1996 p. 195).

Hay algunas capacidades de trasfondo que se generaron como reglas o hechos conscientemente aprendidos, sin embargo hay otras que fueron adquiridas por otros mecanismos. No obstante, sobre cualesquiera de estas capacidades, si elaboramos pensamientos podemos transformarlas en pensamientos conscientes o intencionales. Finalmente, algunas leyes de operación del Trasfondo según Searle serían:
1. En general, no hay acción sin percepción y no hay percepción sin acción.
2. La intencionalidad ocurre en un flujo coordinado de acción y percepción, y el Trasfondo es la condición de posibilidad de las formas tomadas por el flujo. Sin un aparato complejo, no se puede tener en modo alguno la intencionalidad involucrada en ninguna actividad.
3. La intencionalidad tiende a elevarse al nivel de la capacidad de Trasfondo.
4. Aunque la intencionalidad suba al nivel de la capacidad de Trasfondo, alcanza la capacidad hasta el fondo.
5. El Trasfondo sólo se manifiesta cuando hay contenido intencional.
4 Dentro de estos, podríamos incluir probablemente todas las experiencias corporales o de psicomotricidad vividas por el niño, las cuales se incorporarían como background de capacidades inconscientes, o trasfondo no intencional en el adulto. Por ej. la noción de que los objetos son sólidos, la articulación del habla, la afinación musical, etc. Consideradas así las capacidades de trasfondo, es posible conectar las ideas de Searle con la concepción de mente encarnada o corporizada de Varela.

3. El Enfoque Enactivo Neurofenomenológico de Varela

Francisco Varela, es uno de los precursores del enfoque enactivo, enfoque que derivó hacia finales de su vida, en un método de investigación de la conciencia que denominó “neurofenomenología”. De acuerdo al enfoque enactivo, los seres cognitivos no representan un mundo pre dado, y la cognición consiste más bien en “enacción”, entendiendo por esta, la puesta en marcha de un mundo que surge a partir de una historia de la variedad de acciones que un ser realiza en el mundo. La enacción es posible gracias a la clausura operacional del sistema, es decir de sus propiedades auto-organizativas y la forma en que el sistema se acopla con el medio. Los sistemas enactúan un mundo, sobre la base de su autonomía, o dicho de otra forma, el mundo se enactúa a través de una historia de acoplamiento estructural. La clausura y el acoplamiento hacen emerger un mundo que resulta relevante para un sistema “X”.
Las ideas anteriores, surgen del estudio científico, pero tienen para Varela una contrapartida en la filosofía budista, a la cuál él alude de manera central en su obra5. El punto de vista budista, enfatiza la vacuidad del mundo, el vacío como su característica esencial, y la carencia de solidez de los fenómenos, en el sentido de que son siempre el producto de relaciones de interdependencia. Para el budismo, no existen objetos sólidos o independientes en el mundo, puesto que la característica esencial de este, sería que todo cuanto vivenciamos en él, surge como el producto de relaciones interdependientes. El concepto de “enacción”, se relacionaría según Varela, con la filosofía budista, en el sentido que ambos enfatizan la inexistencia del mundo con independencia del sujeto que lo “percibe”. El mundo, sería más bien enactuado a partir de un sistema que posee determinadas propiedades auto-organizativas (clausura operacional), gracias a las cuáles es posible la interacción con determinados rasgos que aparecen como relevantes y se generan determinadas distinciones que cobran importancia y significado (este proceso es
denominado acoplamiento estructural).

La Respuesta de Varela al Problema de la Conciencia: La Neurofenomenología.

Si bien Varela, de una u otra forma, aborda el problema de la conciencia en gran parte de su obra; existe un artículo en el cuál este autor se avoca específicamente a desarrollar su respuesta al difícil problema planteado por Chalmers. Este trabajo, es considerado el punto de partida para el desarrollo del método de investigación denominado neurofenomenología (Rudrauf, David, Lutz, Antoine, Cosmelli, Diego et al. 2003). En este texto, Varela cita un artículo de Chalmers, en el cuál este último autor equipara los conceptos de conciencia y experiencia consciente: “A veces, términos como “conciencia fenomenal” y “qualia” también son utilizados aquí, pero creo que es más natural hablar de “experiencia consciente” o simplemente “experiencia” (Chalmers, 1995, p. 201 citado en Varela 1996). Este problema definicional respecto de los términos conciencia y experiencia no es menor, y probablemente daría pie a una investigación por sí misma, pero más allá de estos aspectos semánticos, en lo que sigue, se revisará la respuesta de Varela al difícil problema planteado por Chalmers, refiriéndonos indistintamente a los conceptos de “conciencia” y/o “experiencia”. como términos equiparables, en el sentido que ambos hacen alusión a la vivencia subjetiva, experimentable sólo en primera persona.

Para Varela (2000), la única vía de acceso al entendimiento de la experiencia consiste en encontrar un método de observación de ésta, que permita hacer distinciones finas respecto de los modos en que la experiencia es vivida. Esta opción, presenta claras similitudes con las propuestas de otros autores (Searle 1996, Jackendoff 1986), en el sentido de otorgar importancia fundamental a la identificación y comprensión de las categorías de la experiencia. La diferencia de Varela respecto de otros trabajos en este ámbito, es que este autor, propone un método para llevar a cabo ese proyecto, mientras que en el resto de los autores revisados, el trabajo queda en el análisis del problema y la declaración de principios y necesidades.

El trabajo de Varela tiene dos antecedentes directos (aparte de la neurobiología) que le permiten llegar a la conclusión de que es posible desarrollar un método de observación y una teoría científica acerca de la experiencia. Estas vertientes son, por un lado (como ya se señaló), la filosofía y la práctica budista, y por otro, la escuela filosófica de la fenomenología. Estas inclinaciones dan origen a la neurofenomenología, la cuál puede ser entendida como “un programa de investigación que busca articulaciones mediante limitaciones mutuas entre el campo de los fenómenos revelado por la experiencia y el campo correlativo de fenómenos establecido por las ciencias cognitivas” (Varela 2000 p. 260).
La neurofenomenología tiene como una de sus principales herramientas de trabajo, la reducción fenomenológica. Ésta, corresponde a una herramienta para la observación de la experiencia., basada en los planteamientos fenomenológicos de diferentes autores (sobre todo de Maurice Merleau Ponty) sobre los cuáles Varela hace su propia síntesis. Al referirse a la reducción fenomenológica, Varela (2000), señala: “ahora necesito desplegar en profundidad esta actitud o gesto, que es la forma habitual que tenemos para relacionarnos con los cambios de nuestro mundo vivido. Esto no requiere que imaginemos un mundo diferente, sino más bien considerar al presente como otro. Como dijimos antes, este gesto transforma una experiencia simple o sin examinar en una experiencia reflexiva o de segundo orden. La fenomenología insiste correctamente en este cambio desde lo natural a la actitud fenomenológica, puesto que sólo entonces el mundo y mi experiencia aparecen abiertos y necesitan ser explorados” (Varela p. 269).

Varela concuerda con Chalmers y parece estar de acuerdo en casi todo el planteamiento de Chalmers respecto de la futilidad de intentar una explicación de la conciencia del tipo reduccionista. Para él, al igual que otros investigadores (como Lakoff, Velmans o el mismo Searle), la consciencia constituye una dimensión irreductible a lo físico y sería asequible sólo a partir el relato en primera persona, puesto que se trata de una propiedad eminentemente subjetiva. Respecto de la teoría, y el método de investigación sobre la conciencia en cambio, Varela toma un camino totalmente diferente al de Chalmers, y al de la mayoría de los investigadores. Con relación a este punto señala, “hay muy poco que hacer con algunos “ingredientes extra”, teóricos o conceptuales”(...) “en lugar de encontrar “ingredientes extra” para explicar la manera en que la conciencia emerge de la materia y el cerebro, mi propuesta reformula el problema de encontrar puentes significativos entre dos áreas fenomenales irreductibles. En este sentido específico, la neurofenomenología es una solución potencial al difícil problema que muestra de manera muy distinta lo que significa “difícil””. (Varela 2000 p. 277).
Si volvemos a la pregunta original de Chalmers: ¿por qué el procesamiento de la información (mente psicológica) se encuentra acompañado de experiencia vivida (mente fenomenológica)? Varela destaca una diferencia fundamental entre sus planteamientos y los de Chalmers. La hipótesis de trabajo de la neurofenomenología es: “Las referencias fenomenológicas acerca de la estructura de la experiencia y sus equivalentes en la ciencia cognitiva se relacionan unas con otras a través de restricciones mutuas (Varela p.283). Esta hipótesis muestra según Varela, un punto de vista y un método en los cuáles se presenta una equiparación de niveles de importancia e influencia entre los aspectos biológicos y fenomenológicos de la mente, en el sentido que el puente extendido por Varela entre lo biológico y lo fenomenológico sería uno en dos direcciones y que estipula además limitaciones y validaciones mutuas. La estructura de la conciencia y la estructura neurofisiológica se encontrarían mutuamente delimitadas.

No es el objetivo de este trabajo detallar los resultados de la investigación neurofenomenológica, sin embargo es bueno puntualizar que el camino adoptado por Varela ya se encontraría dando frutos, y cierto sentido la neurofenomenología habría probado ser una herramienta eficaz para la exploración científica de la conciencia (Lutz A., Lachaux J.P.,Martinerie J, & Varela F.J. 2002).

V Conclusiones
1. El problema mente cuerpo tiene un descendiente directo en el problema de la conciencia de las ciencias cognitivas. Ambos problemas no son exactamente los mismos, pero es indudable que las definiciones de la mente y el método de investigación en ciencia cognitiva, se encuentran directamente coartados por el problema filosófico mente / cuerpo. En este sentido, una dimensión muy importante del problema de la conciencia, tiene un origen histórico - definicional.
2. Lo anterior implica que en ciencia cognitiva “oficial” (cognitivismo o funcionalismo cognitivo), la conciencia es un tema no abordado, aún cuando resulta ser un aspecto central de la mente.
3. La ontología de la conciencia es innegablemente irreductible a la física. Lo anterior no equivale sin embargo, a señalar que por esta razón el problema de la conciencia no pueda ser abordado científicamente. Las dificultades para el tratamiento de este tema no obedecerían tanto a razones metafísicas, como más bien a una confusión existente en la ciencia respecto de las posibilidades del conocimiento y el método científico.
4. Las discusiones respecto del problema de la conciencia elaboradas por los autores revisados, constituyen excelentes definiciones del problema. En este diagnóstico, todos apuntan por diferentes vías a la necesidad de la indagación en la experiencia, como un terreno fértil para el progreso en la comprensión de la mente. Sin embargo, los caminos a través de lo cuáles este recorrido pudiera darse no están tan claros a excepción del caso de Varela.
5. Resulta altamente necesario para la comprensión de la mente, la consideración de una posible co-determinación de los aspectos neurobiológicos, computacionales (y/o psicológicos) y fenomenológicos, en los desarrollos teóricos y/o metodológicos de la investigación. Este punto es un tema que se deja entrever en las ideas de Chalmers; la vinculación de la conciencia con el trasfondo y la red de Searle; y de manera prioritaria en la neurofenomenología de Varela

6. La comprensión de la conciencia requerirá muy probablemente, una reformulación del concepto “mente” presente en ciencias cognitivas. Esta nueva orientación debiera implicar entre otros los siguientes aspectos:
a. El relevamiento de la “encarnación” como un hecho indiscutiblemente necesario para la generación de mente consciente
b. La comprensión de la mente como un producto que no depende exclusivamente del sistema nervioso, sino que incluye de manera primordial el desarrollo social inter-subjetivo.

Bibliografía
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