miércoles, 1 de agosto de 2007

Conciencia y lenguaje: análisis del vínculo proyecatado a través de la intencionalidad

Rodolfo Bächler. Gaceta de psiquiatría Universitaria, año 2, volumen 2, Nº4, diciembre de 2006
Acceda al artículo en la revista aquí

El siguiente trabajo, constituye un ejercicio de análisis acerca de la relación entre la conciencia y el lenguaje a partir del vínculo que tiende entre ambos dominios la intencionalidad de los estados mentales. Para ello, se realiza en primer lugar una revisión de las características de la conciencia a partir del trabajo de Wallace Chafe, autor que distingue las diferentes propiedades de la conciencia según se manifiestan en el lenguaje. En segundo lugar, se analiza la estructura de los estados conscientes distinguiendo las principales dimensiones de la conciencia y su relación con el lenguaje, para concluir analizando cómo la intencionalidad de los estados mentales establece un puente conectivo entre la conciencia y el lenguaje. Se postula que la intencionalidad, entendida ésta como la propiedad de la mente de “estar dirigida a”, es proyectada en el lenguaje permitiendo la significación a través de las palabras. De este modo, el lenguaje, como transmisor de significados, constituiría un código sobre el cuál se proyecta la capacidad de representación de la mente o intencionalidad, por lo que -en último término- un análisis de la semántica presente en el discurso con independencia de los procesos mentales que lo sustentan (conscientes / intencionales), sería un esfuerzo vacuo.



Palabras claves: conciencia, intencionalidad, lenguaje.
La Conciencia y su Rol Respecto de los Estados Mentales

En contraste con el paradigma dominante en ciencia cognitiva, para algunos autores la conciencia constituye la característica esencial de los estados mentales. Esta es la postura de Chafe (1994), autor que destaca negativamente la escasa atención prestada a este fenómeno por los científicos y filósofos, señalando que si se observa el quehacer de la ciencia cognitiva, la psicología o la filosofía de la mente, resulta asombrosa la poca atención puesta sobre la conciencia. Al respecto señala Chafe, el estudio de la conciencia más que conformar un foco de interés para los científicos cognitivos, es considerado un “problema”, o una dificultad que deben enfrentar de algún modo los funcionalistas o los partidarios de las teorías computacionales.

Según este autor, existen tres posturas respecto del rol que jugaría la conciencia respecto de otros dominios del funcionamiento de la mente. Una, que caracteriza la corriente oficial de la ciencia cognitiva, sostiene que la mayoría sino todas las operaciones importantes de la mente son inaccesibles para la conciencia. La lingüística generativa por ejemplo, postula estructuras y procesos de un tipo del que ningún usuario del lenguaje podría ser consciente. Esta, es la misma idea acerca de la mente que ha sustentado con gran claridad Ray Jackendoff, quién construye su visión en torno a lo que él denomina la hipótesis de la poca efectividad de la conciencia. Para este autor, la conciencia de una entidad E no puede por sí misma tener un efecto sobre la mente computacional. Solo los estados computacionales que causan, respaldan o proyectan E pueden tener un efecto como ese (Jackendoff, 1987; citado en Chafe, 1994). En el extremo opuesto al computacionalismo se encuentra la postura adoptada por John Searle, quién señala que la mente no contiene nada más que procesos neurofisiológicos incompletos por un lado y por el otro, procesos que son o podrían ser accesibles para la conciencia (Searle, 1990; citado en Chafe 1994). De acuerdo a Searle (2004), no es posible entender la mente en otros términos que no consideren al menos la posibilidad lógica de conciencia de cualquier estado que se defina como mental. Desde este punto de vista, cualquier estado mental (incluso aquel inconsciente), es en último término mental únicamente a partir de la posibilidad de hacerse consciente. Este punto de vista, se opone al paradigma dominante en ciencia cognitiva (sustentado por visiones como la Jackendoff), que afirma la existencia de un dominio mental constituido por procesos computacionales (algoritmos) que no podrían nunca hacerse conscientes.

Finalmente, de acuerdo a Chafe es posible adoptar una postura intermedia entre estos dos extremos. Esta es la postura que representa Bernard Baars cuya teoría sobre la conciencia como un “lugar de trabajo global” da lugar a interacciones complejas entre los procesos conscientes e inconscientes. La metáfora esencial en la teoría de Baars, es la de una pizarra frente a una audiencia de especialistas que solo se pueden comunicar con el grupo como un todo mediante la pizarra. Por lo tanto, las soluciones a los problemas nuevos o predecibles, que no pueden resolverse por ningún especialista, se pueden coordinar por medio de la pizarra. Los sistemas ejecutivos también pueden ejercer control de este modo (Baars, 1991; citado en Chafe, 1994). Finalmente, para Chafe, la conciencia sería el espacio de interacción constante con el medioambiente de los humanos así como también el lugar del pensamiento y sentimiento interno. Según su punto de vista, la conciencia actuaría como la interfase crucial entre el organismo consciente y su medioambiente, un espacio donde la información proveniente del medioambiente se considera una base para el pensamiento y la acción así como también, donde la experiencia generada internamente se hace efectiva; el lugar del recuerdo, la imaginación y sentimiento. De este modo para Chafe, el propósito de la conducta y el pensamiento sería satisfacer los intereses del organismo al momento en que se representen en la conciencia.
Propiedades Características de la Conciencia

La conciencia presenta una serie de características que la distinguen de otros procesos mentales. Chafe (1994), realiza una distinción de las propiedades de la conciencia a partir de los rasgos que pueden observarse en el lenguaje. Para este autor, el hecho de observar las propiedades de la conciencia a partir de los rasgos observables en el lenguaje, otorga a la evidencia introspectiva una mayor importancia en términos de llevar el estudio del fenómeno consciente, más allá de la observación en primera persona. Chafe divide las propiedades de la conciencia en aquellas que son constantes (las que pertenecen a toda experiencia consciente) y aquellas que son variables (las dimensiones en las cuales los sucesos particulares de la experiencia consciente pueden variar). A continuación, se presentan algunas de las propiedades consideradas como más relevantes para los fines de este trabajo, según las describe Chafe.


Propiedades Constantes de la Conciencia

La conciencia tiene un foco
Para Chafe, decir que la conciencia tiene un foco, es simplemente repetir la observación de que la conciencia es la activación de sólo una pequeña parte del modelo del experimentador sobre el mundo circundante, no del modelo en su totalidad. Esta capacidad limitada de la conciencia se refleja lingüísticamente en las motivaciones del lenguaje en las unidades de entonación. Cada una de estas unidades verbaliza una pequeña cantidad de información, la cual si es posible suponer, es aquella parte del modelo de la realidad del hablante en la cual se centra su conciencia en ese momento. En una situación socialmente interactiva, corresponde a la proporción en la cual el hablante pretende que la conciencia del oyente se focalice al oír la unidad de entonación. Esta activación limitada permite que una persona interactúe con el mundo circundante de una forma muy productiva, por lo cual sería poco útil activar todo lo que una persona sabía de una sola vez.



El foco se localiza en un área circundante de la conciencia periférica
El foco activo está rodeado por una periferia de información semiactiva que le proporciona un contexto. El reconocer que la mente contiene información en este estado semiactivo es esencial para el trabajo de Chafe. Existen varios aspectos importantes del lenguaje que podrían ser un misterio sin la presencia de la información semiactiva, así como también de la activa no se tomaran en cuenta. Una manera evidente en la cual el lenguaje permite que la información periférica se exprese abiertamente, es a través del agrupamiento de unidades de entonación en segmentos más extensos que expresen mayores cohesiones de información y de este modo, proporcionen un contexto para los segmentos más cortos.

La conciencia es dinámica
El foco de la conciencia no descansa, se mueve constantemente desde un ítem de información al otro. Este movimiento se refleja en el hecho de que, a pesar de muy pocas excepciones, cada unidad de entonación expresa algo diferente a la unidad de información que le precede y que le sigue. Debido a que cada foco es un segmento distinto de entonación, la secuencia de los focos se asemeja a una serie de fotos instantáneas, más que las de una película.

La conciencia posee un punto de vista
El modelo del mundo propio se centra necesariamente en uno. La ubicación y necesidades de cada persona establecen un punto de vista que es otro elemento constante de la conciencia.

La conciencia tiene la necesidad de una orientación
En el caso de la conciencia periférica, es necesario incluir información relacionada con la ubicación de la persona en varios dominios. Los más importantes de todos parecen ser el espacio, tiempo, sociedad y actividad actual. Al parecer, la conciencia no puede funcionar de manera adecuada sin el conocimiento periférico de la ubicación espacial y temporal, sin el conocimiento de las personas con las cuales interactúa en la actualidad y sin el conocimiento de lo que está sucediendo en el presente.
Propiedades variables de la conciencia

Las experiencias conscientes surgen de diversas fuentes
Con frecuencia los filósofos parecen asumir que la conciencia se constituye de creencias, intenciones y deseos. Sin embargo, según Chafe, se necesitaría realizar una pequeña introspección básica para comprender que una gran parte de lo que experimentamos es perceptual. Casi toda la conciencia tiene relación con los sucesos y estados perceptuales, junto con las personas y objetos que participan de ellos. La conciencia se constituye de experiencias de las percepciones y de las acciones. Junto con ellas, y casi siempre presente al mismo tiempo, se encuentran las emociones, opiniones, actitudes, deseos y decisiones que tales acciones provocan o, por el contrario, que las provocan. Además de las percepciones, acciones y evaluaciones, las cuales evidentemente forman los tres elementos básicos de la conciencia, en ocasiones existen introspecciones, meta-conocimientos de lo que la conciencia está haciendo.

Las experiencias conscientes pueden ser inmediatas o desplazadas
A veces, la información de la conciencia activa o semiactiva está directamente relacionada con la realidad inmediata, el medioambiente que rodea al ser consciente en ese momento. Uno puede ser consciente de lo que está ocurriendo en el lugar y tiempo de la experiencia misma, sin embargo, no toda nuestra experiencia inmediata proviene del medioambiente externo del organismo consciente; gran parte de ella surge desde dentro. Las emociones, opiniones, actitudes y deseos evaluativos, pueden derivar de formas establecidas de evaluar las experiencias inducidas externamente, formas que poseen recursos que son completamente internos, como cuando los estados de ánimo positivos o negativos se inducen mediante química visceral. Sin embargo, de ningún modo la conciencia se restringe a la experiencia inmediata. Una fuente distinta es el recuerdo; la construcción de experiencias que fueron experiencias inmediatas en algún momento pero que no pertenecen al medioambiente actual. La otra fuente es la imaginación, experiencias construidas por la propia mente consciente, aunque con alguna relación directa con las experiencias inmediatas previas.

Las experiencias conscientes pueden ser reales o ficticias
Nosotros no registramos objetivamente lo que está sucediendo a nuestro alrededor, pero lo interpretamos según esquemas conocidos. La información que permanecía inactiva en la mente durante algún tiempo y que ahora se recuerda atravesará procesos adicionales de interpretación, siendo al momento de recordar incluso menos repetitivo verídicamente que en el momento de su primera adquisición.

Las experiencias conscientes son más o menos interesantes
De todos los ítems de información sobre los cuales uno se podría centrar, ¿por qué algunas de ellas entran a la conciencia y otras no? Esta interrogante es difícil de contestar en relación con el pensamiento inactivo, donde las razones del por qué la conciencia observa el medioambiente, recuerda e imagina de las maneras en las que lo hace son las más difíciles de averiguar. Sin embargo, cuando la conciencia se verbaliza en un lenguaje abierto, al menos podemos investigar el flujo de cosas que se hablan y quizás agudizar nuestro entendimiento del por qué un hablante escogió esas cosas y no otras.

Estructura Intencional de la Conciencia.

Un interesante punto de partida para analizar las relaciones conciencia / lenguaje se encuentra en el estudio de la intencionalidad, dado que esta característica de la conciencia, pareciera verse reflejada de manera especial en el lenguaje.

Desde Brentano en adelante, los filósofos de la mente han considerado la intencionalidad como una característica central de la mente (y por ende de la conciencia). Según Alvarez (2002), “La palabra intencionalidad es un término técnico tomado de la filosofía escolástica medieval (intentio, traducción del árabe ma‘na), donde se usaba para referirse a cosas en la mente u operaciones mentales" (p.390). La intentio estaba relacionada con la inexistentia, que no quiere decir “inexistencia” sino “existencia en”, existencia del objeto en la mente o tal como se presenta a la mente, tal como ésta lo conoce y experimenta” (p. 390).

Brentano, filósofo alemán que retomo el término inexistencia, consideraba la intencionalidad como la propiedad definitoria de los fenómenos psíquicos en oposición a los físicos. Para él, todo fenómeno psíquico era intencional, incluso aquellos casos más complejos de definir en esos términos, como resulta ser el caso del dolor. Señaló que todo estado mental incluye un objeto que se presenta o aparece al sujeto y el hecho de que los actos mentales incluyan tales presentaciones constituye su intencionalidad o, in-existencia intencional. Según sus propias palabras, “esta inexistencia intencional es exclusivamente propia de los fenómenos psíquicos. Ningún fenómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual podemos definir los fenómenos psíquicos diciendo que son aquellos fenómenos que contienen en sí, intencionalmente un objeto”. (Brentano, 1935; p. 28, 29).

De este modo, se considera al intencionalismo como la doctrina que define los estados mentales en tanto se encuentran siempre referidos a un objeto que no es el mismo estado mental. Sin embargo, actualmente existe en filosofía de la mente una discusión respecto de los límites dentro de los cuales deben analizarse las relaciones entre la conciencia y la intencionalidad. Para Searle por ejemplo, todo lo intencional es (en último término) consciente[1], pero no todo lo mental es intencional. Según él, existen estados conscientes (mentales) que no poseen intencionalidad como sería el caso de los estados de ánimo. Otros autores en cambio, postulan que la característica principal de los estados mentales (la marca de lo mental) se encuentra dada por la intencionalidad, y todo fenómeno que se define como mental sería por tanto, necesariamente intencional. Este es el caso de Crane (2003), quién es partidario de un intencionalismo fuerte que caracteriza incluso las sensaciones como representaciones intencionales. Así, de acuerdo a Crane, cuando tengo un dolor en mi rodilla el estado mental (la sensación o propiedad cualitativa) que caracteriza ese dolor, corresponde a una representación de una parte de mi cuerpo (la rodilla) en la mente como dolor, con lo cuál en último término este estado mental se define por su carácter intencional.

El análisis los estados mentales separando el contenido intencional de las propiedades cualitativas (qualia) que le acompañan resulta un ejercicio interesante y clarificador. Tal como podemos pensar en estados cualitativos sin contenido intencional (los estados de ánimo por ejemplo), vale la pena preguntarse si puede haber estados intencionales que no presenten propiedades cualitativas. Para Rosenthal (1994) citado en Crane (2003), existen dos categorías de estados mentales: las actitudes proposicionales tales como pensamientos, deseos y otros estados con contenido intencional; y las sensaciones como el dolor o las impresiones sensoriales que no presentan contenido intencional. Si me detengo un momento para analizar mi experiencia presente en función de estas distinciones, puedo observar que mientras trabajo sobre este documento, mi mente se encuentra dirigida intencionalmente sobre los pensamientos que me ocupan en este momento -entre otros, los conceptos, la estructura y la argumentación de las ideas que redacto-. Paralelamente, soy consciente de ciertas propiedades cualitativas que acompañan mi quehacer mental -en este caso inquietud y calor-. Sin embargo, no estoy tan seguro de que éstas últimas deriven directamente del estado intencional en el que me encuentro. De hecho, pudiera ser que en algunos casos como éste, la propiedad cualitativa fuese un mero acompañante no directamente asociado al estado mental intencional (o actitud proposicional), el cuál tal vez no presente en sí mismo propiedades cualitativas vinculadas. La dificultad para examinar los posibles límites y relaciones entre contenidos intencionales y propiedades cualitativas se produce puesto que en principio, es imposible no estar en un estado consciente en particular, así como en una sensación o qualia determinado[2]. Siempre estamos en algún estado de ánimo o emoción, razones por las cuales existe una tendencia espontánea a asociar los estados intencionales con las propiedades cualitativas que le acompañan en un momento determinado[3]. Sin embargo, si intentamos examinar ambos dominios de la conciencia (el contenido intencional y la propiedad cualitativa) por separado, podemos observar que aún cuando nunca dejamos de estar en un estado cualitativo particular y en un estado intencional determinado, existen frecuentemente casos en los cuales ambos dominios no constituyen un estado mental unitario. En esto casos, una de las dificultades para separar ambos dominios en el análisis, se deriva del hecho que en algunas ocasiones es el carácter intencional de un determinado estado mental aquel que aparece con mayor fuerza en la conciencia, y en otras es la propiedad cualitativa la que presenta mayor notoriedad[4]. Al respecto, una posibilidad interesante para analizar este tema, es ver la dicotomía intencional / cualitativo como un continuo, en el cuál se encontrarían las actitudes proposicionales que presenten un mínimo grado de cualidad en un extremo, versus las propiedades cualitativas que no contengan contenido proposicional (intencional) directamente asociado, en el otro polo.
Conciencia, intencionalidad y lenguaje

¿Cómo se relaciona todo esto con el lenguaje? Existen dos aspectos referidos a las características de la conciencia que resultan de interés para analizar la relación entre el lenguaje y la conciencia. Por un lado, la distinción actitud proposicional / propiedad cualitativa, y por otro; el carácter intencional de los estados mentales.

Si hacemos un breve resumen de lo planteado hasta ahora, tenemos lo siguiente. La conciencia constituye el aspecto central de aquello que denominamos mente. Por esta razón, para un examen adecuado de cualquier proceso cognitivo, es necesario analizar los posibles vínculos que éste presenta con la conciencia. Tradicionalmente, la conciencia ha sido definida entre los autores, como la experiencia cualitativa que acompaña muchos de los diferentes procesos cognitivos (percepción, atención, lenguaje, memoria, etc.). Sin embargo, una categorización algo más amplia de los estados conscientes, es aquella que distingue por un lado actitudes proposicionales (como deseos, creencias, etc.) y por otro, propiedades cualitativas (o qualias), tales como la experiencia vivida al contemplar un lago, o el sentimiento de dolor en el pie izquierdo producto de un golpe o el qualia de estar instanciando el concepto de mi tía Panchita o el de mi tía Panchita dándolde de comer a los canarios. Según Crane, (2003), ambas dimensiones son conscientes y las dos pueden ser vistas también a la luz del carácter intencional que caracteriza los fenómenos mentales. Probablemente, la intencionalidad de uno y otro estado presente algunos matices distintos sin embargo, para nuestro análisis basta con constatar que ambos tipos de estados conscientes se caracterizan por la inexistencia intencional descrita por Brentano. Así, de acuerdo a estas distinciones, la conciencia puede ser entendida como un lugar en el cuál se destaca a veces la presencia de las actitudes proposicionales, así como en otros momentos aparecen con más fuerza las propiedades cualitativas de una determinada experiencia o estado mental. Ambos tipos de aspectos constituyen en ocasiones un estado mental unitario y cohesionado, mientras que en otras oportunidades, dichas dimensiones se configuran sólo como dimensiones contiguas en el tiempo y el espacio mental.
Actitudes proposicionales, propiedades cualitativas y lenguaje

Considerando estas ideas, podemos avanzar hacia la construcción de un tipo de relación entre el lenguaje y la conciencia. La distinción actitud proposicional / propiedad cualitativa, nos muestra que existen estados mentales que resultan más fácilmente traducibles al formato del lenguaje y otros que no son tan factibles de traducir en ese sentido. Al respecto, según Chafe (1994), no podemos poner en duda que parte importante de la conciencia se encuentra constituida por el discurso lingüístico interno. Sin embargo, es evidente que no todo lo que pasa por la conciencia es lenguaje. Estados como la imaginación, el afecto y las experiencias estéticas tendrían según este autor, su propia naturaleza. De este modo, existirían razones para creer que a veces, el contenido de la conciencia no puede compararse con ninguna manifestación lingüística particular de ella (Chafe, 1977; citado en Chafe, 1994). Un tipo de evidencia señalado por Chafe, que pudiera demostrar la existencia de contenidos conscientes difícilmente expresables mediante el lenguaje, se encuentra dada por la experiencia mental de poca fluidez en el discurso. Según él, con frecuencia las personas tienen problemas para verter sus pensamientos a través de las palabras pudiendo tener la sensación de que no han declarado adecuadamente lo que tienen en mente. En este sentido, la experiencia de poca fluidez que todos hemos tenido alguna vez, podría ser vista como una evidencia de la no conformidad entre aquello de lo que uno es consciente y lo que uno dice. (Chafe, 1990; citado en Chafe, 1994).

Una manera de explicar este tipo de situaciones, es considerar que en la medida que los estados conscientes se “proposicionalizan”, se encontrarían más cercanos al lenguaje, mientras que por el contrario, mientras más cercano al polo de las propiedades cualitativas se encuentra un determinado estado mental, menos factible resulta su traducción al código lingüístico. Dicho de otro modo, la conciencia es un proceso que tiene un carácter intencional mediante el cuál se dirige hacia el mundo adoptando formas más o menos susceptibles de ser expresadas a través del lenguaje.


Intencionalidad y Lenguaje

Finalmente, hemos dicho (siguiendo a Crane), que la estructura de la conciencia es predominantemente intencional, sin embargo, nada hemos hablado de esta propiedad y su posible relación con el lenguaje.

Para Searle, (1998), existen tres tipos de estados en el mundo que pueden concebirse como intencionales. La comprensión exacta de las características de cada uno de ellos, nos ayuda a clarificar la relación entre la intencionalidad mental y el lenguaje. Los tres tipos de intencionalidad identificados, pueden verse ejemplificados en cada una de las siguientes oraciones:

- Me siento muy a gusto trabajando con este computador
- Mi computador tarda en hacer el trabajo puesto que está pensando
- La palabra computador designa una máquina que realiza algoritmos

La primera frase nos refiere a un estado intencional intrínseco, producido por la existencia de propiedades mentales de un cerebro biológico. Este tipo de intencionalidad “primaria” o intrínseca es según Searle el único tipo de intencionalidad real, en el sentido de que ella es independiente de otros tipos de intencionalidad y se origina a partir del carácter biológico de la mente. La segunda frase en cambio, no se refiere realmente a ningún estado intencional, y corresponde en verdad a un tipo de propiedad que Searle denomina “intencionalidad como sí”. Se trata tan sólo de una forma metafórica que utilizamos para hablar acerca de ciertas cosas que existen el mundo, las cuáles en rigor, no presentan propiedad intencional alguna [proyección de intencionalidad]. Finalmente, la tercera oración nos remite a un tipo de intencionalidad que Searle denomina intencionalidad derivada, en el sentido que ella depende siempre del primer tipo de intencionalidad descrito. Este tipo de intencionalidad presente en el lenguaje, depende siempre de una mente biológica que tiene intencionalidad intrínseca, capaz de transferir representatividad y significación al lenguaje. En palabras de Searle (1998), “la clave para comprender el significado es esta: el significado es una forma de intencionalidad derivada. La intencionalidad original o intrínseca de un hablante es transferida a las palabras, frases, marcas, símbolos, etc. Si se expresan con significado, esas palabras, frases, marcas y símbolos tienen entonces una intencionalidad derivada de los pensamientos del hablante. No tienen tan sólo significado lingüístico convencional sino también el significado que ha querido darles el hablante (p. 127).

Por tanto, podemos concluir este trabajo reafirmando una de las ideas planteadas anteriormente. La conciencia representa el rasgo central de la mente, con independencia del cuál no es posible entender ningún proceso cognitivo. Ella, tiene una estructura intencional que la vincula con el mundo y que particularmente en el caso del lenguaje, es la responsable de la capacidad de significación de las palabras, frases y discurso. Cualquier análisis de la significación del lenguaje que no considere esta relación, corresponde a un intento de explicación reduccionista e incompleto.
BIBLIOGRAFÍA

1. Alvarez, A., (2002). Propiedades nucleares de los fenómenos mentales según Searle: intencionalidad, subjetividad, semanticidad. Revista de Filosofía Vol. 27 Núm. 2 (2002): 389-417
2. Brentano, F (1935). Psicología desde un punto de vista empírico. Madrid, Editorial Revista de Occidente
3. Crane, T., (2003) The intentional Structure of consciousness. En Consciousness: New Philosophical Perspectivas. Edited by A. Jokic and Q Smith. Oxford and New York: Oxfod University Press
4. Chafe, (1994). Discourse, Consciousness, and Time. The Flow and Displacement of Conscious Experience in Speaking and Writing. Chicago; Chicago University Press.
5. Jackendoff, R., (1998). La Conciencia y la Mente Computacional. Madrid, Editorial Visor.
6. Searle, J., (1998) Mente, lenguaje y sociedad. La filosofía en el mundo real. Madrid, Editorial Alianza.
[1] Para Searle cualquier estado requiere para poder definirse como “mental” de contar (al menos en principio) con la posibilidad de hacerse consciente. Así por ejemplo, mi creencia inconsciente cuando estoy dormido, que Michel Bachelet es la presidenta electa de Chile, sólo puede definirse como mental, en la medida que puede hacerse consciente cuando despierto. ¿y cuál es entonces el estatus de los sueños?
[2] Al decir de algunos autores como Rafael Echeverría, no podemos escapar de los estados de ánimo. Siempre nos encontramos en algún estado de ánimo en particular y comúnmente no podemos elegirlo. Para una aplicación de estas ideas al ámbito de las organizaciones, ver “Ontología del Lenguaje” de Rafael Echeverría, editorial Dolmen.
[3] Digo en principio, puesto que para algunas filosofías orientales como el budismo o el hinduismo, sería posible acceder a la mente o conciencia en estado puro, vacío de todo contenido específico mediante prácticas específicas de meditación. Para una relación entre este tipo de visión y la ciencia cognitiva, ver “De Cuerpo Presente: Las Ciencias Cognitivas y la Experiencia Humana. Varela, F; Thompson, E. y Rosch, E. Editorial Gedisa 1997.
[4] De hecho tal vez sea posible identificar diferentes patrones de funcionamiento mental, asociados a los distintos tipos de personalidad existentes descritos por la literatura psicológica. En este sentido, pudieran distinguirse diferentes estilos mentales, algunos con una predominancia hacia la proposicionalización intencional, así como otros con una orientación en la conciencia en el sentido de la formación de propiedades cualitativas (qualia).

No hay comentarios: