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http://dx.doi.org/10.6018/analesps.28.2.147601
Rodolfo Bächler* y Octavio Poblete
Resumen: A pesar de los avances alcanzados durante los últimos años, la moderna psicología no cuenta actualmente con un marco conceptual integrado que permita comprender de manera global el fenómeno del comportamiento humano. Uno de los mayores aportes en este sentido, se encuentra dado por el surgimiento de la Terapia Sistémica, enfoque que ha permitido superar en parte la visión aislada de la conducta humana, favoreciendo una aproximación interactiva y contextual de la misma. En este escenario, la noción de pauta de interacción aparece como el elemento clave para el desarrollo de herramientas de intervención. Sin embargo, aún cuando el Enfoque Interaccional (EI) y la Terapia Sistémica (TS) han desarrollado interesantes distinciones psicológicas y útiles herramientas para el cambio terapéutico, no han tenido el mismo éxito a la hora de explicar en términos teóricos, de qué forma surgen, se mantienen y cambian las pautas de interacción, cuestión que como veremos en este artículo, depende del acoplamiento de dimensiones físicas, emocionales y cognitivas de los individuos que interactúan.
La propuesta que se presenta, busca integrar dichas dimensiones en un modelo que permita desarrollar criterios de análisis de la interacción en diferentes contextos, además de facilitar la posterior creación de dispositivos de cambio. Para cumplir con este objetivo, se consideran los aportes entregados por el Enfoque Interaccional de la Terapia Familiar, la Psicología Humanista y la Ciencia Cognitiva, desarrollando una propuesta que considera como eje central de sus argumentos, la explicación del surgimiento de las pautas de interacción, como un asunto que emerge del acoplamiento de diferentes características de los individuos que interactúan.
El modelo, se asume como una especulación tentativa y teórica de ideas y conceptos que pertenecen a diferentes vertientes del conocimiento, por lo que la necesaria discusión acerca de su pertinencia así como su corroboración empírica, queda como una tarea para los investigadores interesados en el tema.
Palabras clave: interacción; emoción; acoplamiento; consciencia; flexibilidad. Title: Interaction, emotion and cognition, an integrative approach to the understanding of human behavior.
Abstract: In spite of the reached advances during the past few years, modern psychology doesn’t count today on an integrated conceptual frame that allows to understand in a global way the phenomenon of the human behavior. One of the majors contributions in this sense, was given by the development of the systemic therapy, approach that has allowed to partly overcome the isolated vision of the human conduct, in favor of an interactive and contextual approach of it. Against this background, the notion of interaction rules appears as the key element to the development of intervention tools. Nevertheless, even though the interactional approach (IA) and the systemic therapy (ST) have developed interesting psychological distinctions and useful tools for the therapeutic change, they didn’t have same success when they had to explain theoretically how to arise, maintain and change the interaction rules, questions that, as we will see in this article, depend on the coupling of physical, emotional and mental dimensions of the individual that interact.
This proposal aims to integrate these dimensions into a model that allows to develop analysis criteria of the interaction in different contexts, and facilitate the later creation of change devices. In order to fulfill this objective the authors will consider the contributions given by the interactional approach of familiar therapy, humanist psychology and cognitive science, developing a proposal that considers as central axis of its arguments, the explanation of the sprouting of the interaction patterns, as a subject that emerges from the connection of different characteristics from the individual that interact.
The model is assumed as a tentative and theoretical speculation of ideas and concepts belonging to different sources of knowledge, therefore the discussion about its relevance as well as its empirical validation, remain as necessary task for the investigators interested in the subject.
Key words: interaction, emotion, coupling, consciousness, flexibility.
Introducción
¿Qué es aquello que hace que en ciertas situaciones interactivas los seres humanos nos comportemos de una forma que no resulta explicable a partir de nuestras características individuales? ¿Por qué en ciertas ocasiones, cuando interactuamos con otros nos conducimos de formas impredecibles para nosotros mismos o para nuestros observadores?
Una gran parte de los fenómenos humanos es de naturaleza interdependiente, característica que los hace analizables de mejor forma, a partir de modelos teóricos que consideren la circularidad y la retroalimentación como variables explicativas. ¿De qué forma explicar adecua¬damente la conducta del profesor que opone autoridad a la conducta rebelde de su alumno, si no es como el resultado de un sistema interactivo? Los intentos de explicación sobre este tipo de fenómenos considerando su naturaleza interaccional son escasos en la historia de la psicología, disciplina que se ha inclinado tradicionalmente por las explicaciones de corte individualista en relación con el comportamiento humano1. .El más fructífero desarrollo en el sentido de romper con la ilusión de la causalidad lineal de los fenómenos humanos, se encuentra dado por el surgimiento del Enfoque Interaccional y la psicoterapia sistémica, desarrollos que no tienen sin embargo, un carácter integrador que incorpore los aportes provenientes de las diferentes perspectivas existentes al interior de la psicología y otras disciplinas relacionadas. En particular, resulta notoria la escasa atención que han recibido las emociones como variable explicativa del comportamiento en la teoría sistémica, o en el mejor de los casos, el tratamiento de esta dimensión desde posiciones exclusivamente teóricas que le despojan de su carácter experiencial2. .Así, si bien muchos terapeutas maniobran eficientemente en este dominio en su consulta particular, no existe actualmente una teoría que integre adecuadamente las variables emocionales en el paradigma psicológico sistémico desde una perspectiva que resulte compatible con las modernas ciencias de la mente. En lo que sigue, se realizará un análisis crítico de la situación descrita anteriormente, análisis que avanza hacia el final de nuestro trabajo, en la dirección de construir los primeros trazos de un modelo teórico que integre de forma orgánica las variables emocionales y cognitivas que sustentan la interacción humana.
Volvamos a la interrogante planteada al inicio de esta página: ¿Qué es aquello que determina que en ciertas situaciones interactivas los seres humanos nos comportemos de una forma que no resulta explicable a partir de nuestras características individuales? De acuerdo a las ideas que presentaremos a continuación, la respuesta a esta pregunta se encuentra en la identificación de diferentes dominios de ensamble o acoplamiento de las variables individuales en la interacción humana, niveles que se analizarán en detalle a través de las páginas de este artículo. Para esto, comenzaremos con una breve revisión de algunos aspectos centrales del Enfoque Interaccional y la Teoría Sistémica. En esta primera parte colocaremos especial énfasis en el concepto “pauta de interacción” destacando la utilidad que dicho concepto representa para describir ciertas conductas humanas, pero advirtiendo también, sobre la ausencia de una verdadera explicación respecto de los elementos que permiten su surgimiento, mantenimiento y modificación. A continuación, y para dar respuesta a este problema, describiremos en detalle los diferentes tipos de propiedades individuales que se acoplan en la interacción humana, propiedades que como explicaremos, se ubican en cuatro ámbitos diferentes, que denominamos niveles de análisis de la interacción, a saber, Niveles Físico, Emocional, Cognitivo y Auto-consciente respectivamente.
Breve análisis de la psicoterapia sistémica y el enfoque interaccional
La idea de sistema fue incorporada a la psicología por algunos terapeutas de formación psicoanalítica para explicar de mejor forma su trabajo con familias; y través de la generación de un cuerpo de conocimiento más general que abordó diversos fenómenos del comportamiento humano tales como la comunicación, el aprendizaje y el cambio. Nacieron así, diversos modelos sistémicos para hacer psicoterapia y el denominado Enfoque Interaccional todo lo cual contribuyó a realizar un giro en la comprensión del comportamiento de las personas. Suele asignarse el nombre de “Enfoque Inter-accional” (en adelante EI), al cúmulo de ideas aportadas por Paul Watzlawick, Janet Bavelas y Don Jackson y expuestas por primera vez en 19673. El EI se nutrió también de aportes provenientes de distintos ámbitos como la ingeniería y la cibernética, enfoques que aportaron entre otras cosas una vi-sión integrada de los procesos auto-correctivos presentes en cualquier sistema interaccional.
De manera general, los sistemas interaccionales fueron conceptualizados como “dos o más comunicantes en proceso, o en el nivel, de definir la naturaleza de la relación”, (Watzlawick, Bavelas y Jackson, 2002, p. 118). Esta distinción refiere a encuentros recurrentes entre personas, relativamente estables en el tiempo, no casuales ni circunstanciales. Alineado con esta perspectiva sistémica, el EI puso su acento explícitamente en la descripción de los fenómenos comportamentales más que en su explicación causal. El es-fuerzo conceptual se centró en entregar las distinciones ad hoc a este tipo de sistemas para describir y caracterizar estas regularidades a fin de generar desde ahí estrategias de cambio. El foco de atención se desplazó entones del “por qué” al “cómo” de los fenómenos comportamentales, generando un cambio de rumbo significativo en relación a la historia de la psicología.
La Relación en la Interacción Humana
El giro en el estudio del comportamiento aportado por el EI, llevó a proponer una serie de distinciones para caracterizar los sistemas humanos. En este esfuerzo, los axiomas de la comunicación humana constituyen un referente inevitable, a la hora de estudiar los sistemas interaccionales, más allá de la especificidad propuesta por los diversos modelos sistémicos desarrollados hasta ahora para hacer terapia. Uno de estos axiomas de particular interés para nuestro trabajo, se refiere a dos niveles posibles de distinguir en toda interacción humana: el nivel de contenido y el nivel de relación. Este supuesto básico señala que cuando dos personas interactúan, “intercambian”4 por un lado información a través de tópicos o significados explícitos mediante el uso del lenguaje articulado correspondiente al nivel de contenido. Por otra parte, mediante “mensajes” de naturaleza principalmente no verbal, entregados y recibidos generalmente de forma no conscien-te5, se define implícitamente, una particular manera de inter-actuar correspondiente al nivel de relación. Resulta destacable en este análisis el carácter meta-comunicativo del nivel relacional sobre el nivel de contenido. A saber, el primer nivel informa acerca de lo que se comunica en el nivel de contenido o más concretamente, el nivel relacional informa de qué manera es comunicado aquello que se dice. Entre otras posibilidades, lo dicho puede ser comunicado por ejemplo, como un acto de autoafirmación, como una forma de llamar la atención, una manera de agredir, etc. Debido a lo anterior, para comprender la interacción humana resulta muchas veces más importante considerar el “cómo” respecto del “qué” de la comunicación entre las personas.
La Noción de Pauta de Interacción
En el mencionado nivel relacional las personas “dialogan” de forma implícita sobre su disposición a vincularse con un interlocutor y la forma de hacerlo. Se trata de un fenómeno altamente dinámico y “vivo” en el que cada participante, momento a momento, se encuentra “proponiendo” una par-ticular disposición individual para asumir la interacción con el otro. De esta forma, se expone la manera en que cada par-ticipante “espera” que el otro se comporte, “aceptando” o “rechazando” cualquier definición que se “proponga” de la relación6. En este sentido, el nivel relacional puede entenderse como una continua negociación o confirmación de un acuerdo entre los interlocutores, generalmente realizada de forma implícita y que versa sobre las maneras en que ambos están dispuestos a relacionarse con su contraparte. Las personas, a través de este nivel, despliegan algunas de las innumerables maniobras posibles de la interacción humana, tales como seducir, dominar, contener, desafiar, agredir, renegar o jugar con el otro, entre otras muchas posibilidades. Es en este contexto, que aparecen las denominadas “reglas” en el funcionamiento de este tipo de sistemas y que serían a grandes rasgos, maneras de operar, estables en el tiempo. Estas reglas permiten mantener el equilibrio en el sistema y mediante la observación de las redundancias presentes, es posible realizar un cálculo predictivo del comportamiento de los sujetos durante la interacción. Podemos describir dichas reglas como pautas recurrentes de comportamiento entre sus miembros, posibles de caracterizar y predecir en el tiempo por un observador externo (Watzlawick et al., 2002).
Entendidas como una unidad de análisis e intervención sobre el comportamiento humano, las pautas de interacción constituyen una entidad psicológica relacional7 en el sentido de constituirse como un espacio de intervención sobre la mente y el comportamiento humano, que sintetiza una configu¬ración de influencias mutuas entre los inter-actores. Esta síntesis describe la circularidad presente en la interac¬ción que se encuentra cuando uno de los miembros del sistema emite una determinada conducta e inmedia¬tamente otro de sus in-tegrantes ejecuta una nueva conducta en respuesta a la primera, repercutiendo cada nuevo comportamiento en la respuesta de la contraparte de forma sucesiva. La distinción de pautas de interacción conforma una de las piedras angulares de la terapia sistémica constituyendo el terreno donde el terapeuta maniobra para facilitar los cambios. A diferencia de enfoques que trabajan con el individuo como una entidad aislada, la terapia sistémica opera sobre la relación, cuestión interesante desde el punto de vista teórico porque estamos hablando de una realidad (la relación) que no puede ser identificada ni descrita físicamente como sí ocurre con el individuo. Resulta relevante constatar también, que esta regularidad presente en la pauta de interacción, tiene características sinérgicas que obligan a identificar la dinámica que vincula a los individuos para poder describirla adecuadamente8. .
Ampliación de la mirada interaccional: Apor-tes desde la psicología humanista y la ciencia cognitiva
El surgimiento de las Pautas de Interacción como un Fenómeno de Acoplamiento.
Observar y describir la aparición de pautas de interacción en los sistemas humanos constituye sin duda un progreso explicativo respecto de modelos lineales y/o centrados en el individuo. Sin embargo, un avance aún más sustantivo en la línea de lo anterior pudiera encontrarse en la explicación de los mecanismos de generación y mantenimiento de la pauta. Como señala Shimmerlik no se trata sólo de observar la conducta en el contexto de patrones de relación sino de comprender las posibles vías mediante las cuales se desarrollan, se organizan y se mantienen estas interacciones en complejos patrones (Shimmerlik, 2008). ¿Qué características específicas de los individuos y sus comportamientos dan pie al surgimiento y mantenimiento de la pauta interaccional? ¿De qué forma se relacionan estos elementos? Como veremos más adelante, diferentes autores enfatizan distintos aspectos que se encontrarían a la base de la emergencia de la pauta de interacción (Beebe, 2000; Pally, 2005; Lyons-Ruth, 1999). Sin embargo, no existe aún un modelo que integre de forma orgánica los diferentes elementos asociados a los individuos que estarían implicados en el surgimiento y la mantención de las pautas interaccionales.
En el siguiente apartado, intentaremos avanzar en la comprensión de la relación entre las variables individuales y su vínculo con la interacción humana. Específicamente, bus-caremos desarrollar los primeros trazos de un modelo que explique el surgimiento de las pautas de interacción a partir del encuentro de diferentes características de los individuos que se relacionan. Para cumplir con nuestro objetivo, identificaremos diferentes niveles de análisis de lo que llamaremos Acoplamiento Interaccional, niveles que según sostendremos, se encuentran a la base de los mecanismos que dan pie al surgimiento, mantención y modificación de las pautas de interacción.
La emergencia de las pautas de interacción como un acoplamiento de las individualidades de los inter-actores
De acuerdo a lo dicho, la regla de interacción es una en-tidad que surge frecuente y primariamente de forma implícita y no consciente, a partir del encuentro de las individualidades de las personas que interactúan. Describiremos este “encuentro” como un acoplamiento de las particularidades que presentan dos o más individuos, particularidades que pueden ser descritas en diversos niveles de aquello que identificamos como un ser humano.
Aunque son varios los autores que utilizan el término acoplamiento u otros similares para referirse a algún tipo de coordinación entre los inter-actores (BSPCG, 1998, Gottman, Jacobson, Rushe, Short, & Babcock, 1995; Shimmerlik, 2008;), en este artículo hemos tomado la idea de acoplamiento del concepto “acoplamiento estructural” de Maturana y Varela, (1984). Este concepto, hace referencia al encuentro que se produce entre determinadas características del mundo, con ciertas particularidades del ser vivo, que allí se encuentra inserto. De acuerdo a los autores, si bien el ser vivo es un sistema cerrado, determinado estructuralmente de forma interna, el medio en el cual se encuentra, permite ciertas perturbaciones de su estructura. Aún cuando estas per-turbaciones no deben ser entendidas como causas de su comportamiento, sí posibilitan la existencia de una historia de interacciones organismo–medio, historia que resultará clave para su supervivencia. Este “acoplamiento”, es la base de lo que al interior de la cibernética se denominó auto-organización y que posteriormente Francisco Varela ha relacionado con el concepto “propiedades emergentes” utilizado en el enfoque conexionista de la ciencia cognitiva (Varela, 2005). Nosotros pensamos que la idea de acoplamiento, puede ser extrapolada a las interacciones organismo-organismo, como un concepto que resuma el encuentro de las particularidades de los individuos que interactúan. Por otra parte, nuestro interés al considerar la idea del acoplamiento, se centra en destacar el carácter “emergente” de la pauta de interacción, en el sentido de que ella, no es descriptible a partir de sus elementos constituyentes, característica que da cuenta conceptualmente además, del término “sistema” (Varela, Rorsch, & Thompson, 1997)9. Así, cuando ciertas particularidades de los individuos miembros de un sistema se encuentran, emerge una realidad psicológica que sólo es descriptible subiendo de nivel. Lo anterior nos habla de una propiedad emergente, un tipo de propiedades que constituyen un eslabón natural para diversos niveles de descripción en los fenómenos naturales y cognitivos.
Como hemos dicho, son varios los autores que desde di-ferentes frentes identifican variables que pueden considerarse como elementos constitutivos de la pauta interaccional. Por ejemplo, Goldstein y Thau, estudiando la interacción en el marco de la terapia de pareja y relacionando las pautas con patrones de apego, destacan la transformación de los esquemas de apego de la infancia en “redes de memoria procedimental implícita, no consciente, que se evocan en las experiencias interpersonales (Goldstein y Thau 2004). Por otra parte, Beebe y Lachmann, analizando las aplicaciones de las investigaciones en infantes sobre el tratamiento adulto, acuden al concepto de coordinación como una distinción que graficaría lo que ocurre en un nivel superior cuando los seres humanos interactuamos (Beebe y Lachmann 2002). En investigaciones similares, se ha analizado la coordinación del ritmo vocal como una dimensión de lo que ocurre en el campo implícito, estudiando para ello, el ritmo en las interacciones infante-cuidador (Beebe, Jaffe, Lachmann, Feldstein, Crown & Jasnow, 2000). Dichos estudios señalan que existirían tres gamas de coordinación, cada una de las cuales estaría relacionada con un patrón de apego diferente y con distinciones propias de la terapia familiar. Un aspecto de dicha investigación que guarda gran relación con algunos asuntos que se abordarán más adelante, es el análisis de la flexibilidad de los distintos tipos de coordinación. Desde el punto de vista de los autores del estudio, la coordinación de grado medio es óptima en tanto que permite la variabilidad e incertidumbre, permitiendo por tanto la entrada de nueva información y haciendo posible las transformaciones de la relación (Shimmerlik, 2008)10. Desde un frente distinto, se destaca cómo muchas de nuestras conductas no verbales están diseñadas de forma innata para desencadenar una conducta no verbal en los otros (Pally, 2005). Esta es la idea de las micro-expresiones faciales presente en Paul Ekman, idea que analizada en el contexto interaccional, nos permite entender cómo determinadas expresiones que operan de forma no consciente, cumplen la función de solicitar determinados tipos de respuesta en nuestros interlocutores. Por ejemplo, la micro expresión facial de la tristeza, se constituye como tal de forma implícita como una vía para “solicitar” una respuesta de acogida en el interlocutor (Aguado, 2005). A pesar de la gran cantidad de datos arrojados por la investigación, la literatura sistémica no ha abordado aún en detalle, la tarea de explicar cómo se constituyen las pautas de interacción y de qué manera se configura a partir de un trasfondo físico, emocional y cognitivo el nivel relacional de la interacción. En lo que sigue, intentaremos dar un pequeño paso en este sentido, configurando una aproximación para comprender la manera a través de la cual las pautas de interacción emergen. Esta preocupación comienza en los últimos años a constituirse como un campo de investigación en sí mismo, probablemente producto de los avances alcanzados a partir del estudio de fenómenos como el apego, la mentalización y la comprensión de los mecanismos de aprendizaje implícito entre otros catalizadores para el abordaje de la interacción.
Niveles de análisis del acoplamiento interac-cional
Las investigaciones citadas en los párrafos anteriores, dan cuenta de algunas de las dimensiones presentes, en aquello que hemos denominado Acoplamiento Interaccional. Articular estas dimensiones en un modelo que distinga diferentes niveles explicativos, parece ser entonces, no sólo una tarea factible, sino que también, un avance en términos explicativos del fenómeno interaccional. Como señala Shimmerlik, (2008), los avances alcanzados por la ciencia a la fecha, otorgan un modo de comprender las posibles vías mediante las cuales se desarrollan, se organizan y se mantienen las interacciones. La pregunta que ronda este trabajo tiene relación con este obje-tivo, es decir, con identificar qué es aquello que se encuentra o acopla cuando los individuos se relacionan, dando pie al surgimiento de un nivel emergente llamado pauta de interac-ción.
En este contexto, nos centraremos en el análisis de cuatro niveles de acoplamiento o encuentro entre las individualidades, cada uno de los cuales constituye un avance respecto del anterior. La distinción de niveles de acoplamiento sigue la lógica de las dimensiones estratificadas (Mesarovic, Macko, & Takahara, 1980) en el sentido de hacer referencia a propiedades individuales de diferente grado de complejidad que se superponen unas sobre otras para permitir la emergencia de acoplamientos cada vez más sofisticados, en una secuencia que avanza desde la presencia de características físicas como determinantes del encuentro interaccional, hasta la preemi-nencia cada vez mayor de variables mentales en el acoplamiento resultante. En la misma línea, podemos caracterizar también el paso de un nivel a otro, como un proceso que avanza desde un acoplamiento determinado por el rol de determinantes implícitos hacia un encuentro caracterizado principalmente por la explicitación de la interacción, en un sentido similar bajo el cual algunos autores, se refieren al análisis de la cognición social (Tirapu-Ustárroz, Pérez-Sayes, M. Erekatxo-Bilbao, & Pelegrín-Valero11; Grande-García, 2009) Dicho de otra forma, se trataría, de una progresión que avanza desde el encuentro físico hacia un acoplamiento de carácter principalmente cultural, en el sentido del desarrollo de representaciones mentales compartidas. El siguiente esquema resume de forma gráfica los distintos niveles de acoplamiento así como la progresión descrita:
Figura 1. Niveles de Acoplamiento Interaccional.
El esquema de la Figura 1 representa a modo de resumen las distintas posibilidades de acoplamiento o encuentro. No obstante, la interacción puede adoptar otras formas distintas de lo representado, produciéndose combinaciones entre dife-rentes niveles de funcionamiento. Resulta muy importante señalar entonces, que cuando hemos diferenciado niveles de interacción como unidades pertenecientes a una sola dimen-sión de análisis, lo hemos hecho así únicamente con fines explicativos. Como veremos más adelante, la verdad es que si bien dos personas pueden interactuar característicamente desde un mismo nivel, en la amplitud de las interacciones humanas los resultados pueden ser mucho más complejos y variados. De esta forma cada uno de los inter-actores puede comportarse motivado desde un nivel distinto, sin que necesariamente se produzca el encuentro en un mismo nivel de análisis del funcionamiento, tal como se representa en la Figura 2. En este mismo sentido como veremos más adelante, la interacción puede adquirir mayores grados de flexibilidad producto del ascenso de uno solo de los inter-actores hacia el nivel denominado como Auto-consciente.
Figura 2. Distintos Acoplamientos Posibles
En lo que sigue, se realiza una descripción y análisis de los niveles identificados, así como la construcción de algunas hipótesis acerca de la relación entre cada uno de ellos.
Nivel 1: Acoplamiento Físico o el encuentro de los affordances interpersonales
Analizaremos en primer lugar lo que llamamos Acoplamiento Físico, correspondiente al encuentro de las características corporales de los sujetos que interactúan, características que constituyen un primer paso en el reconocimiento del otro como un ser humano (Grande-García, 2009). Dichas características operan en la interacción como “rasgos salientes” del cuerpo de los inter-actores, rasgos que “invitan” en un nivel primario o básico a construir una particular forma de relacionarnos de un modo que no es auto-consciente para los participantes de la interacción. Cuando decimos “rasgos salientes” estamos haciendo una analogía con aquello que los diseñadores industriales denominan affordances de los objetos, es decir, características que facilitan o invitan a interactuar de una determinada manera con los artefactos de nuestra cultura. Pensamos que del mismo modo como el mango de una maleta nos “invita” a cogerla o un interruptor nos “invita” a apretarlo, las características corporales de las personas con las cuales nos vinculamos facilitan que ciertas interacciones se vuelvan más o menos probables, de tal forma que por ejemplo, hay pocas posibilidades de que levantemos la voz a alguien que mide 30 centímetros más que nosotros. Dichas características han sido objeto de numerosos estudios por parte de los psicólogos sociales bajo el paraguas conceptual de investigación denominado formación de impresiones. Entre los rasgos más estudiados, se encuentran por ejemplo, los hallazgos sobre rostros dominantes (Mazur, 1996), la tendencia a reaccionar positivamente frente a personas que nos recuerdan a otras personas que nos agradan (Anderesen, 1994), el grado de simetría de la cara (Cowley, 1996), la influencia de la vestimenta, estatura, gafas, tipo de cuerpo, peso e incluso el nombre de las personas con las cuales nos relacionamos (Baron & Byrne, 2005) y más recientemente, el incremento en la probabilidad de correr riesgos por parte de los hombres frente a la presencia de mujeres hermosas (Ronay & Von Hippel, 2010). En un ámbito más amplio, pero siempre al interior de este nivel de análisis que denominamos Acoplamiento Físico, podemos citar también el contexto en el cual la interacción se produce, atendiendo a aspectos como la proximidad física o el grado de repetición de los encuentros (Zajonc, 1968). Del mismo modo sabemos también, que una cara familiar se evalúa positivamente y genera afectos positivos (Harmon-Jhones & Allen, 2001), sobre todo en el caso de personas con alta necesidad de estructura, en el sentido de organización de su mundo social (Hansen & Bartsch, 2001). El efecto anterior aumenta cuando la percep-ción es no consciente o subliminal (Monahan, Murphy, & Zajonc, 2000).
Las investigaciones citadas dan cuenta de la existencia de un primer nivel de encuentro o acoplamiento entre personas que interactúan. Como ya hemos destacado, no se trata sólo de la explicación de mi conducta individual en el contexto in-terpersonal, sino más bien de la circularidad presente en cada nivel de análisis. Así, cuando decimos que por el hecho de ser usted 30 cm. más alto que su interlocutor, éste tiene menos probabilidades de levantarle la voz, también debiéramos considerar que en el mismo contexto usted aumenta sus probabilidades de marcar autoridad con él. Pero más impor-tante aún, la “invitación” a subir su volumen de voz, se re-fuerza en la medida que la contraparte disminuye su volumen cuando se relacionan.
Por cierto, al igual como ocurre en todas las dimensiones que revisaremos a continuación, los factores identificados en un nivel no constituyen por sí solos los determinantes finales de la interacción. Como veremos más adelante, las caracterís-ticas que adopte la pauta de interacción emergerán de un complejo acoplamiento de elementos asociados a los distintos niveles, dentro del cual los affordances interpersonales consti-tuyen un elemento primario pero no determinante, encon-trándose en la base de lo que podemos llamar la “plataforma interaccional”.
Nivel 2: Acoplamiento Inter-Personal: El rol de las emociones en la conformación de la pauta interac-cional
Para ilustrar el segundo nivel nos referiremos a algunos estudios sobre la relación entre temperamento y apego. Du-rante los últimos años, el concepto de temperamento y su re-lación con diferentes tipos de apego madre-hijo, ha sido ob-jeto de algunos estudios que intentan mostrar de qué forma las características individuales del hijo(a) y también de la madre, interactúan para dar origen a un modo particular de relacionarse que se denomina patrón de apego. En términos generales, las investigaciones muestran que los niños con temperamento irritable13 tienen mayores probabilidades de desarrollar un patrón de apego inseguro, siempre y cuando no se encuentren con una madre que presente un alto grado de sensibilidad a sus demandas emocionales. La interacción analizada en dichas investigaciones consiste en el encuentro de las características temperamentales del niño, con la sensibilidad emocional de la madre y la pauta de interacción emergente, se distingue como un tipo de vínculo o apego resultante. De acuerdo a dichos estudios, el patrón de apego no puede explicarse entonces por las características del niño o de la madre en forma exclusiva. Visto así el fenómeno, éste consiste en un encuentro o acoplamiento de características de temperamento del niño con determinados rasgos de personalidad de la madre (mayor o menor sensibilidad emocional). La situación descrita constituye un ejemplo de Acoplamiento Inter-personal, puesto que se trata de características de temperamento y/o personalidad de los inter-actores (madre e hijo) que dan pie al surgimiento en un nivel superior de descripción de lo ocurrido, en este caso un patrón de apego. Citamos el caso anterior, como un tipo de Acoplamiento Interpersonal (el apego) que ha sido objeto de innumerables estudios e investigaciones en los últimos años, debido a la gran cantidad de repercusiones que tiene sobre las distintas áreas del funcionamiento humano (González, 2003). No obstante, lo que aquí denominamos Acoplamiento Interpersonal puede ser extendido sin problemas a las relaciones entre adultos, en cuyo caso los diferentes tipos de personalidad que se encuentran, y en particular sus componentes emocionales14, dan lugar a diferentes pautas de interacción, las cuales pueden resultar más o menos eficientes según el tipo de actividad o tarea que enmarque la interacción15.
Este acoplamiento, es básicamente un encuentro de con-ductas características del tipo de personalidad de los inter-actores, características que son comunicadas a través de lenguaje no verbal. Dentro de ellas, destacan elementos tales como el tono y la velocidad de la voz y el habla, la postura corporal y de forma muy importante, el lenguaje gestual y las micro-expresiones faciales de cada inter-actor (Aguado, 2005). Se trata de expresiones corporales que ocurren de forma no consciente, facilitadas por el estado cualitativo interno en el cual nos encontramos a cada momento. Las señales corporales emitidas en este contexto, son procesadas cognitivamente también de forma no consciente por nuestro interlocutor, moderando el comportamiento e “invitándonos” a emitir respuestas específicas. Por ejemplo, algunos estudios demuestran la influencia del parpadeo rápido, el estilo de caminar, la forma de apretar la mano, y también, cómo la expresión de ira produce percepción de competencia (Tiedens, 2001). Del mismo modo, el estado de ánimo en el cual los inter-actores se encuentran, se constituye también como un factor que facilita un cierto curso de la interacción, estado que se asocia a la cognición interpersonal por condicionamiento clásico (Baron y Byrne 2005).
En términos generales queremos destacar en este apartado que cuando dos o más personas interactúan, los compor-tamientos característicos de aquello que denominamos tem-peramento o personalidad de cada individuo, se encuentran con comportamientos característicos del otro en este mismo sentido, dando pie a un nivel de acoplamiento no consciente, caracterizado por la presencia de determinantes principalmente emocionales. Se trata de reacciones que aprendemos tempranamente ante situaciones emocionales, que se auto-matizan con el tiempo activándose de forma no-consciente cuando interactuamos. Esta programación o personalidad, define en gran medida nuestra manera de operar con otros y se constituye de forma principal por el dominio emocional (una particular forma de “sentir el mundo”), dominio que fue construido también en un contexto interaccional, dentro del cual las experiencias tempranas con nuestros cuidadores constituyen el factor de moldeamiento más relevante. Como señala Fontaine (2000), “el intercambio relacional con personas significativas en el primer año de vida le enseñará (al bebé) a interpretar las reacciones de los demás y sus experiencias emocionales le permitirán evaluar cómo actuar en consecuencia (p. 4). Cada programación corresponde por tanto a una particular manera de sentir o predominancia emocional, característica que determina de forma muy importante las posibilidades de interacción con otros seres humanos. Como muestran las diferentes teorías del carácter y la personalidad16, así como algunos estudios hechos en el con-texto de la psicobiología de la emoción, todos los seres hu-manos tenemos diferencias respecto de la sensibilidad emo-cional, diferencias que nos colocan en contacto de forma más frecuente con algunas emociones en particular (Aguado, 2005). Dichas diferencias se traducen en expresiones gestuales predominantes, de tal forma que incluso algunas derivan con el tiempo en rasgos gestuales de carácter permanente, asociados a la presencia de emociones recurrentes17. La capacidad de “leer” dicha emocionabilidad es una capacidad humana básica que emerge antes del año de vida y que se centra de forma preferente en la expresión de los músculos alrededor de los ojos. Esta información es procesada en la amígdala, generando un reflejo interno de la expresión percibida, permitiéndonos acceder de forma no consciente a la emoción de nuestros inter-actores por reproducción o activando reacciones respuesta ad hoc, por ejemplo miedo frente a la percepción de ira (Goleman, 2006). Así, cuando nos encontramos con una persona que expresa en su rostro una particular emoción de forma preferente, dichas características gestuales interactúan con las nuestras generando circuitos de retroalimentación no conscientes. Esta situación permite que después de encuentros recurrentes se configuren acoplamientos o reglas de interacción que operarán más allá de la situación particular que brinde el contexto de la interacción, así como de las características individuales de los inter-actores.
La emocionalidad es una experiencia que con frecuencia no ocurre aisladamente. Cada vez que entramos en contacto con otra persona y comenzamos a interactuar, esta interacción se encuentra configurada en gran medida a partir del dominio emocional18, constituyéndose éste, como un trasfondo que la gran mayoría de las veces no ingresa al campo de la auto-consciencia. Como hemos explicado, este tipo de intercambios adquiere después de cierto tiempo de ocurrencia, características de regularidad y recursividad, regularidad que resulta fácilmente observable “desde fuera”, aún cuando ella es generalmente “invisible” para los inter-actores insertos al interior del sistema. De este modo, el nivel relacional descrito por Watlawick, se elabora básicamente a partir de lenguaje no verbal, lenguaje que comunica las disposiciones cualitativas internas de los participantes de la interacción, constituyendo la expresión de emociones, un asunto clave para la construcción de la pauta19. Como ya hemos dicho, no es “lo que se dice” sino el “cómo se dice”, aquello que aparece como factor clave para la emergencia de la pauta interaccional. A través de diversas señales no verbales, los inter-actores comunican su trasfondo anímico, informando cómo se sienten al interior de la relación, qué esperan de ella y qué se encuentran dispuestos a hacer al respecto, entre otro tipo de asuntos meta-comunicacionales. Dichas señales son recibidas por el otro participante, facilitando a su vez respuestas del mismo tipo en un proceso recurrente, que con el paso del tiempo puede transformarse en una pauta interaccional. Aún cuando podemos traducir la pauta de interacción al lenguaje verbal, aquello que le caracteriza más profundamente no es un intercambio de palabras o contenidos simbólicos, sino una dinámica de influencia mutua de carácter principalmente cualitativo o emocional. Es la emoción puesta en juego en la relación lo que caracteriza la vinculación entre los diferentes elementos o conductas individuales (Pally, 2005). Debido a lo anterior, podemos decir que la emoción es el “adhesivo” de la interacción, aquel elemento que permite el paso de lo individual a lo interaccional, del mismo modo que en el nivel individual es la experiencia cualitativa o sub-simbólica aquel elemento que permite la emergencia de estados mentales simbólicos de nivel superior (Damasio, 1994), (Lynn, 2008)20.
Las e-mociones o movimientos hacia fuera, y su carácter de predisposición conductual nos invitan a alejarnos o acercarnos a los objetos y las personas en el mundo de una cierta forma, por lo cual la particular manera en que los diferentes elementos de un sistema interaccional (conductas individuales) se conectan entre sí, es de naturaleza relacional/emo-cional, en el sentido watzlawizckniano del término. Sólo a través de operaciones perceptivas en un sentido amplio que incluye el nivel de procesamiento emocional, ha sido posible traducir la Teoría General de Sistemas al mundo del comportamiento humano, trayendo así a la mano un cúmulo de nuevas distinciones para entender la conducta por parte de diferentes modelos sistémicos de hacer terapia21. Sin embargo, la importancia de la emoción en la interacción, es un asunto que no ha sido adecuadamente descrito por los diferentes modelos de terapia familiar existentes, con la excepción de algunas aproximaciones que tratan de manera tangencial el tema (por ejemplo Bowen, 1991). Constructos tales como límites, subsistemas, jerarquías, lealtades, triángulos, alianzas o coaliciones, entre otros, sólo pueden ser “traídos a la mano” desde la apreciación de la dimensión emocional de la comunicación. Así, estimamos que el par emoción/interacción puede constituir una unidad plausible de estudio dado el alto nivel de imbricación existente entre el tipo de fenómenos que ambos refieren. La dimensión relacional y particularmente el grado de versatilidad o flexibilidad que ésta puede adoptar, permite a nuestros ojos articular una comprensión que integre el fenómeno interaccional y la dimensión fenomenológica (experiencial) del comportamiento humano.22 De acuerdo a todo lo revisado, la emoción configurará una nueva plataforma base para la emergencia del nivel de acoplamiento siguiente, nivel que hemos denominado Acoplamiento Intersubjetivo, caracterizado por el encuentro de representaciones mentales o intencionalidad compartida.
Nivel 3: Acoplamiento Intersubjetivo Implícito: El encuentro de representaciones mentales de forma no consciente por parte de los inter-actores.
Este nivel, corresponde al encuentro de estados mentales tales como creencias, deseos, expectativas, etc., que son per-cibidos por los inter-actores como estados representacionales. Al decir de Tomasello, se trata de la intencionalidad compartida, habilidad humana fundamental para el desarrollo de la cognición cultural (Tomasello, Carpenter, Call, Behne, & Moll, 2004).
En primer término cuando nos referimos al Acoplamiento Intersubjetivo, estamos hablando del acceso que cada actor tiene a aquello que cree que su interlocutor piensa, entendido el pensamiento como un proceso que opera en el dominio de los símbolos, sean éstos palabras, imágenes u otros códigos característicamente humanos. Este proceso, que frecuente-mente es descrito como un fenómeno declarativo auto-consciente, opera también en el Nivel Implícito como lo de-muestran las numerosas investigaciones sobre representaciones implícitas en ciencia cognitiva (Pozo, 2001). En términos genéricos, se trata de lo que cada inter-actor piensa que el otro cree, creencias que no acceden al nivel de la auto-consciencia. Lo anterior no impide sin embargo, que dichos estados mentales se transformen en factores determinantes del comportamiento individual en interacción, comportamiento que en este nivel del encuentro, no logra ser modificado de forma voluntaria. Por ejemplo, nosotros podemos creer (sin darnos cuenta) que cuando usted lea esto le parecerá interesante, confuso, clarificador, etc., creencias todas, que sin duda regulan en un cierto sentido nuestro comportamiento al trabajar en la redacción de este documento, modulando por ejemplo, nuestros niveles de explicitación de las ideas, el tipo de redacción a utilizar, los términos que ocupemos, o la cantidad de ejemplos que construyamos. En el ámbito de la interacción presencial, podemos imaginar, por ejemplo, lo que ocurre cuando el padre cree que su hijo lo cuestiona, mientras el hijo piensa que su padre le cree incapaz, todo lo cual ocurre, según hemos dicho, en un nivel de representaciones mentales que no acceden a la auto-consciencia, pero que igualmente configuran comportamientos característicos entre los seres humanos. El ejemplo describe una situación caracterizada por la presencia de creencias sobre nuestros inter-actores, ejemplo que tal vez resulte paradigmático de un cierto tipo de confusiones interpersonales. Sin embargo, en la vida diaria el dominio de la intersubjetividad implícita se extiende mucho más allá de las creencias interpersonales, alcanzando entre otros muchos aspectos, el ámbito de las visiones de mundo presentes en la interacción. Por ejemplo, si A que tiene una adscripción política de izquierda, cree que B adhiere a las ideas de la derecha y B por su parte, tiene una X creencia respecto de las ideas políticas de A, todo este espectro de representaciones mentales intersubjetivas de carácter implícito, constreñirá sin duda el curso posible que asuma la pauta de interacción que emerja. De tal modo que, por ejemplo, es poco probable que yo le hable sobre el aborto a alguien que creo implícitamente conservador y viceversa, si yo soy de adscripción conservadora y creo implícitamente que usted es progresista probablemente evitaré también entrar en temas valóricos durante nuestra interacción.
Nivel 4: Acoplamiento Auto-consciente: La vía hu-mana hacia el desarrollo de flexibilidad en la inter-acción.
Describiremos a continuación el último nivel de análisis de aquello que hemos llamado acoplamiento interaccional. Co-rresponde al encuentro auto-consciente de los estados men-tales subjetivos durante la interacción, auto-consciencia que puede operar sobre cualquiera de los niveles anteriormente descritos (físico, emocional y representacional), constituyéndose en suma, como el más alto nivel de desarrollo al cuál puede ac-ceder la interacción humana, caracterizada así, en virtud de la gran ductilidad que alcanza el comportamiento interaccional en este nivel. La Auto-consciencia o capacidad de observar nuestros estados mentales (y los de nuestros inter-actores), es probablemente la característica humana central en el proceso de adaptación a contextos de alta complejidad, otorgando a nuestros comportamientos la flexibilidad necesaria para aumentar nuestra eficiencia en condiciones de constre-ñimiento23. Los niveles de análisis descritos en los apartados anteriores (físico, interpersonal e intersubjetivo implícito) corres-ponden sólo a ejemplos de elementos a partir de los cuales puede producirse aquello que llamamos “acoplamiento”. Sin embargo, nada hemos dicho aún respecto del carácter saludable o no de dichos encuentros. En cualquiera de los niveles identificados, las cosas pueden darse de forma más o menos fructífera en términos de propiciar algún grado de satisfacción personal y/o de productividad en torno de la actividad que se realiza. ¿Por qué en ocasiones sufrimos con determinadas interacciones? ¿Cuál es la razón por la cual, en un momento determinado o con una persona en particular, nuestra interacción resulta insatisfactoria? En la vida diaria existen interacciones que facilitan o dificultan el abordaje de desafíos o cambios, que potencian o no el mutuo aprendizaje, que promueven o no el trabajo en equipo y que pueden o no favorecer el desarrollo de nuevas ideas y creatividad. ¿De qué depende que se produzca la fluidez y flexibilidad o el atasco y la frustración al interior de dichas interacciones?
En el contexto de lo anterior, para describir adecuadamente el nivel de análisis auto-consciente, resulta necesario revisar primero algunos aspectos relativos a la flexibilidad personal e interpersonal como criterios de salud mental y eficacia al interior del individuo y sus relaciones.
La dimensión rigidez/flexibilidad de las interacciones
En términos generales, diremos que una interacción resulta productiva y/o satisfactoria, cuando ella responde ade-cuadamente a las demandas del entorno, en el sentido de en-contrarse sintonizada con el contexto en el cual se produce. La dimensión flexibilidad/rigidez es el elemento que hace de la interacción algo más o menos funcional al contexto en el cual se inserta (Leverkron, 2009). La presencia de rigidez, además de expresarse en relación a la simetría y la complementariedad tal como plantea el quinto axioma de Watzlawick24, se manifiesta en muchos otros fenómenos y suele ser una característica común cuando hay problemas o patologías. Respecto de la interacción, la consideración de la flexibilidad o espontaneidad es una idea que puede rastrearse hasta la sociometría de Moreno y su concepto de “tele”. Éste, remite a la reciprocidad como percepción correcta del otro en la interacción, fundamento de relaciones fructíferas al interior de los grupos (González, 1999). Del mismo modo que la rigidez o flexibilidad en el ámbito de lo individual constituyen un criterio de análisis de la salud mental (como ocurre, por ejemplo, con la autorregulación organísmica de la terapia gestalt), en el nivel interaccional, la dimensión rigidez/flexibilidad se establece como un criterio de salud, todo en cuanto ésta, permite mayores probabilidades de adaptación de la interacción al contexto en el cual se desarrolla. Podemos caracterizar la rigidez interaccional como aquel tipo de pauta que resulta repetitiva, automatizada, descontex-tualizada, y que eventualmente se experimenta como insatis-factoria por parte de uno o ambos participantes.
Si bien el nivel de Acoplamiento que llamamos Auto-consciente es por definición un nivel de funcionamiento interaccional flexible, el carácter rígido o flexible de la pauta, es un asunto que puede manifestarse en distintos grados, en cualquiera de los niveles de análisis ya descritos. En el Nivel Físico, por ejemplo, podemos mantener rigidez interaccional porque el encuentro de nuestras características corporales no permite mayor variedad de posibilidades conductuales. Así, si el rostro de mi interlocutor me resulta amenazante (por ejemplo, por sus rasgos rectilíneos asociados a agresividad) y no logro “alejarme” de un tipo de respuesta característicamente temerosa o desafiante frente a esta “señal” implícitamente percibida, la interacción se tornará en algún momento insatisfactoria por la invariabilidad conductual que adopta, característica que impedirá en cierto tipo de situaciones responder adecuadamente a las demandas que el contexto impone. En este sentido, ¿qué pasaría, por ejemplo, si me veo inmerso en una interacción cómo la anteriormente descrita en un contexto festivo, como una comida con amigos o una fiesta?
Consideremos el mismo ejemplo para evaluar la rigidez o flexibilidad en el Nivel Inter-personal25. El lector estará de acuerdo con nosotros, que en situaciones festivas resulta hasta cierto punto más adecuado mantenernos interactuando desde la alegría, de tal forma que si mi interlocutor bromea conmigo, yo fuese capaz de reírme y bromear con él de manera coordinada. Sin embargo, dado que el contexto al igual que la vida es altamente dinámico y cambiante, es probable que llegados a un determinado estado en la interacción, las bromas dejen de ser adaptativas por cuanto estas, después de un determinado nivel de recurrencia, dejan de ser “refrescantes” y ya no responden a las demandas del contexto. Cuando este es el caso, las conductas interactivas pierden su carácter de espontaneidad y corren el riesgo de transformarse en comportamientos caducos, emanados más de rigideces per-sonales e interpersonales que de la atención a la realidad del momento (Naranjo, 2002).
La verdadera flexibilidad de la interacción es entonces en un nivel más profundo de análisis, el grado en el cual la in-teracción se adecúa a las necesidades que el contexto del momento impone a los inter-actores. Este fenómeno depende ciertamente de individuos emocionalmente sanos, en el sentido que ellos son capaces de experimentar a cada momento las emociones que la situación amerita: por ejemplo, rabia cuando hay abuso e injusticia o entusiasmo, cuando las cosas van bien, entre otra amplísima gama de posibilidades. De este modo, como ya hemos dicho, podemos mantener interacciones flexibles de modo no consciente. Lo anterior ocurre, cuando se encuentran sujetos emocionalmente sanos en la interacción, personas que son capaces de responder a cada momento guiados por un espontáneo contacto con las emociones que la situación amerita, en vez de comportarse de forma automatizada en función de sus programaciones per-sonales.
Las programaciones personales y la flexibilidad in-teraccional
De acuerdo a lo visto en el nivel de análisis Nº 2 (Aco-plamiento Inter-personal) la rigidez interaccional emana directa-mente del acoplamiento de programaciones emociona¬les26. Para explicarlo de mejor forma, diremos que cada persona posee un determinado repertorio de respuestas automatizadas. Lo anterior es fruto de aprendizajes realizados en etapas tempranas de nuestro desarrollo, experiencias que dejan una huella en forma de vacío27 en nuestra capacidad natural para responder apropiada y versátilmente a cada desafío que nos pone por delante el ambiente28. Estos aprendizajes “erróneos” o “programaciones”, suelen ser núcleo en lo individual de insa-tisfacciones, frustraciones y desalientos; y en lo interpersonal, de malos entendidos, conflictos y descoordinaciones. La flexibilidad se relaciona entonces con la capacidad del orga-nismo de estar en contacto momento a momento con el me-dio, fluyendo armónicamente con éste, dado que se “sabe” cómo responder adecuadamente. La rigidez, en cambio, se asocia a una suspensión del contacto y la consecuente reite-ración automatizada e inconsciente de las respuestas apren-didas tempranamente. En el segundo caso, la falta de sinto-nización con el ambiente, se manifiesta como incapacidad para elicitar conductas alternativas, produciéndose la consecuente rigidez comportamental. Evidentemente, la mayor sintonía organismo - ambiente no garantiza en sí mismo mayor satisfacción, sin embargo, cuando el organismo se auto-regula despliega el máximo nivel de recursos que posee, trayendo al comportamiento desde un punto de vista experiencial: energía, realismo, vitalidad, y desde un punto de vista cognitivo: recursos, fortalezas y resiliencia entre otros aspectos adaptativos.
La auto-consciencia como vía de desarrollo de la flexibilidad interpersonal
Como hemos visto, la flexibilidad de la interacción puede darse implícitamente en los tres niveles de análisis descritos. No obstante, cuando la interacción se despliega rígidamente en algún nivel, la única posibilidad de avanzar hacia mayores grados de flexibilidad depende de la toma de consciencia de uno o ambos inter-actores, respecto de las características de la interacción. Cuando esto ocurre, nos encontramos en el cuarto nivel de análisis de la interacción, denominado “Nivel Auto-Consciente” (en el sentido de darse cuenta o percatarse del propio estado mental). Así, aún cuando el tener una pro-gramación (Naranjo, 1994) implica facilidad para relacionarnos con algunas personas y dificultades para relacionarnos con otras, es la auto-consciencia respecto de mi particular modo de funcionamiento y/o sobre el de mi inter-locutor, aquello que permite ampliar la flexibilidad interaccional. De este modo, para avanzar hacia un desempeño más versátil en cualquier campo de interacciones humanas, será conveniente ir desarrollando conciencia de manera progresiva sobre los siguientes aspectos: primero sobre mi particular forma de ser o programación29, luego respecto de los modos de funcio-namiento cognitivo y/o emocional de mi inter-locutor, y fi-nalmente consciencia además, respecto de cómo todo esto se despliega en el contexto interpersonal.
La flexibilidad aumenta con el desarrollo de auto-conciencia, ya que ésta permite la autorregulación y el contacto, entendido éste último, como estimación del estado mental del otro30. Todo lo anterior puede ser caracterizado como inteligencia social (Goleman, 2006), es decir, la suma de competencias auto-conscientes tanto respecto de mis propios estados mentales como respecto de los estados mentales de aquellos con los cuales interactuamos en un determinado momento. Si bien las programaciones personales no desaparecen con la auto-consciencia, ellas disminuyen en in-tensidad y rigidez cuando se re-conocen. Es a través del per-cibirme y percibir a otros y el mundo, que las personas se flexibilizan. Desarrollar interacciones flexibles requiere en-tonces de la ampliación del campo de la conciencia personal e interpersonal.
El encuentro de las programaciones es aquello que de distintas formas fue descrito en los niveles de acoplamiento uno, dos y tres, que de acuerdo a lo que ahora señalamos, puede resultar más o menos flexible, dependiendo del particular ensamble resultante. Así, si por ejemplo, las características de funcionamiento del sujeto A que busca siempre mostrarse como una persona segura de sí misma, se encuentran con las del sujeto B que manifiesta inseguridad y búsqueda de acogida en el contacto con otro, la interacción puede resultar hasta cierto punto adaptativa, de un modo azaroso y no consciente. De acuerdo a lo visto, lo anterior ocurre así hasta el momento en el cual el contexto no “fuerce” a los inter-actores a desplegar modos de intercambio alternativos para los cuales no se encuentran preparados. Cuando esto ocurre, la interacción pierde su carácter adaptativo transformándose en un intercambio caduco, motivo de estancamiento para sus protagonistas. La única posibilidad de que aquello cambie, es decir, que la interacción retome el cauce del desarrollo, se encuentra en la toma de conciencia. Tal y como se aprecia en la Figura 3, esto puede ocurrir de varias formas que constituyen entre todas los distintos sub-niveles de análisis del nivel de Acoplamiento Auto-consciente:
1. Toma de consciencia respecto del estado mental que se experimenta durante la interacción.
2. Toma de consciencia respecto del estado mental que surge en la contraparte durante la interacción.
3. Toma de consciencia de ambos aspectos descritos en uno y dos.
4. Toma de consciencia respecto de los circuitos de retro-alimentación existentes entre ambos inter-actores.
Figura 3. Sub Niveles de Análisis del Acoplamiento Auto-Consciente.
Visto en un ejemplo de relación de pareja31, lo anterior significa que la interacción se vuelve progresivamente más flexible cuando:
1. El sujeto A, se da cuenta que durante su interacción con B, suele experimentar molestia.
2. El sujeto A se percata además que mientras él experimenta enojo, B experimenta temor.
3. El sujeto A se percata además, que todo lo anterior forma parte de un circuito de retroalimentación. Lo anterior implica una toma de consciencia respecto del hecho que la molestia de A aumenta al detectar el temor de B, mientras que el temor de B aumenta al notar la molestia de A, tal como se ilustra en la Figura 4.
Figura 4. Último Nivel de Acoplamiento Interaccional.
Por otra parte, como cada uno de estos sub-niveles puede interactuar con todos los niveles y sub-niveles ya descritos, las posibilidades identificadas hace algunas páginas atrás en la Figura 2, se expanden aumentando al menos32 a 28 las formas de acoplamiento interaccional, tal cual se ilustra en la Figura 5.
Finalmente, a modo de cierre, nos referiremos a conti-nuación de forma sucinta, a las distintas formas de Acoplamiento existentes en este nivel, como una manera de ilustrar las posibilidades que puede adoptar la interacción humana antes de llegar a su más alto estadio de desarrollo. En esta dirección, podemos ver que si tenemos dos sujetos que interactúan en este nivel, cada uno de ellos puede hacerlo desde alguna de las tres posibilidades definidas en la Figura 3, por lo que existirían al menos 9 posibilidades diferentes de Acoplamiento Auto-consciente. Lo anterior nos habla de este nivel, como un proceso que distingue diferentes grados de desarrollo. En este sentido, podemos entender por ejemplo, al sub nivel 1-1, que corresponde al acoplamiento con consciencia sólo del estado interno propio por parte de un inter-actor, como un primer estadio de desarrollo de la interacción autoconsciente. Dicho sub-nivel puede ser caracterizado como el paso desde lo implícito a lo explícito, y se distingue entre otras cosas por ser un proceso que va acompañado además de una incipiente flexibilidad conductual. En el otro polo, el último sub-nivel (4-4), entendido como con conciencia de lo propio y de lo ajeno, además de consciencia sobre la retroalimentación en ambos inter-actores, corresponde al más alto grado de desarrollo de la interacción o intersubjetividad auto-consciente. En este nivel, la interacción se transforma en un fenómeno completamente dúctil, determinado prácticamente por completo por los estados mentales conscientes de los inter-actores y mínimamente, por las condiciones físicas asociadas a la interacción. Se trata del tipo de fenómeno apreciable en una buena psicoterapia, una amistad de larga data o una relación de pareja que ha transitado por los cauces de la experiencia dialogada, entre otros pocos ejemplos posibles. Dichas interacciones se caracterizan entre otros aspectos, porque en ellas aparece la meta-comunicación como una característica recurrente, además de manifestarse en este nivel, la evolución desde una comunicación centrada en los contenidos hacia una comunicación que se focaliza cada vez más en la relación como tema central y preeminente de la interacción. De acuerdo a lo visto, todo lo anterior facilita la emergencia de altos grados de flexibilidad comportamental, permitiendo así un continuo ajuste de la interacción a las demandas del contexto qué momento a momento, se despliega frente a los inter-actores.
Figura 5. Distintos Acoplamientos Posibles, incluido el Sub Nivel Auto- Consciente.
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