CARTA ABIERTA AL MINISTRO DE
EDUCACIÓN
Sr. Juan Ignacio
Wert:
Ministro de
Educación, Cultura y Deporte
Señor Ministro:
Me dirijo a usted, siguiendo la recomendación de la profesora de mi hijo y con la esperanza de generar una reflexión sobre el
significado de la educación que estamos entregando a nuestros niños.
El pasado miércoles asistí a la primera reunión de
padres y fui partícipe de una situación que creo refleja la profunda pérdida
del sentido por el cual nos educamos, según expongo a continuación. Durante dicha reunión, la tutora, entre otros asuntos a tener en
cuenta para el presente curso, nos señaló con convicción que para poder cumplir
con los objetivos marcados por su Ministerio, los niños deberían aumentar los
tiempos de trabajo en casa, siendo aconsejable dedicar como mínimo una hora y
media al día a los deberes
escolares. Entendiendo que constituimos una
comunidad educativa, y con el interés de participar
activamente en ésta, expuse mi visión sobre el tema, planteando que considero un exceso el tiempo sugerido, sobre todo si se tiene en cuenta que hablamos de niños de 5º de primaria, de tan sólo 10 años, y que aprenden de muchas formas distintas
además de la realización de los deberes escolares. No obstante, grande fue mi sorpresa al ver que tras exponer mi punto de vista, no sólo no se
produjo reflexión alguna sobre
este tema, sino que además,
la profesora me indicó que si no estaba de acuerdo con las
características de este
sistema escolar, lo que debía
hacer era “escribir una carta al Ministro de Educación”. A esta “sugerencia” se
sumaron además algunos padres sin que nadie manifestara una opinión
diferente al respecto. Esta es una situación que me entristece, no sólo porque
refleja nuestra dificultad para conversar sobre el desarrollo de nuestros niños, sino
porque además, lo de recargarles de deberes es un
error sobre el cual la ciencia educativa ya se ha pronunciado negativamente
según he investigado. No me voy a detener demasiado sobre este último punto,
entre otras razones, porque usted, que conoce los mejores sistemas escolares del mundo, ya sabe de sobra que la tendencia es en la dirección contraria: menos
deberes y más reflexión en casa y en el colegio. Solamente recordar que en Finlandia,
país con uno de los mejores resultados educativos del mundo, además de estar siempre
entre los primeros lugares en los rankings de bienestar y felicidad de sus ciudadanos, los niños de
10 años destinan tan solo 30 minutos al día a los deberes escolares.
En
lo que si quisiera poner el énfasis a través de esta misiva, es en reflexionar
sobre el tipo de educación que estamos promoviendo para nuestros hijos ¿Cuál es la finalidad de ésta? ¿Educamos solo
para moldear a los futuros ciudadanos, o les estamos formando también para que
construyan la sociedad del futuro, una más justa, más solidaria y más tolerante con la diversidad? Lamentablemente, parece que replicamos el modelo educativo que
nosotros sufrimos como alumnos, uno sin espacio para la reflexión y el
disenso, donde repetíamos de memoria lugares y conceptos que se olvidaban rápidamente.
¿Para qué queremos una educación mecánica y repetitiva si la información está actualmente disponible para todos de una manera que nunca antes fue posible?
Como usted bien sabe Ministro, un sujeto
promedio maneja hoy en día en su teléfono móvil más información que la NASA
hace 20 años, de tal forma que lo que necesitamos son personas que sepan
interpretar, buscar y conectar de forma creativa la información disponible, una
capacidad que no se logra aumentando las actividades de forma mecánica y monótona.
Al parecer sin conciencia, buscamos repetir con
nuestros hijos el mismo modelo caduco que experimentamos como alumnos. Como recalca
Juan Ignacio Pozo, uno de los más prestigiosos investigadores que tiene nuestro
país en el tema, todo cambia muy rápidamente en el mundo, menos la educación. Al
respecto, me resultó impactante el día de la reunión ocupar el pupitre de mi hijo
y constatar que tenemos la misma estructura de sala de hace 200 años. Y lo más
terrible, es que somos los propios padres y docentes, quienes exigimos que las
cosas continúen tal como están, dificultándole con ello a nuestros hijos, el aprender
a vivir en un mundo en continuo cambio. De otra manera no se explica que cuando
alguien quiere promover una reflexión sobre el sentido de las cosas, la única
respuesta que encuentre sea un "si no te gusta, escríbele al
Ministro”. No nos extrañemos luego si a nuestros hijos no les gusta ir al cole
y consideran el estudio un aburrimiento, puesto que somos nosotros mismos,
quienes cercenamos la discusión y repetimos de memoria consignas carentes de
sentido.
No lo distraigo más Sr. Ministro, en
verdad no tengo muchas esperanzas de que usted lea esta carta, y menos aún que
impulse cambios en el sentido descrito. Escribirle me ha servido sin embargo
como desahogo, y espero que si alguien lee estas líneas, aquello contribuya, aunque sea mínimamente a detenernos y
reflexionar:
¿Para qué
vamos al cole?
Atentamente,
María Josefa Pacheco
y Rodolfo Bächler